Decenas de miles de personas llegadas de todo el país, miles de ellas desde antes de la salida del sol, hicieron cola este domingo para despedir en el estadio de fútbol americano de los Arizona Cardinals, en Glendale, a las afueras de Phoenix (Arizona), al líder juvenil MAGA y aliado de Donald Trump Charlie Kirk. Asesinado el pasado 10 de septiembre, fue honrado como un “mártir de la fe cristiana”, según lo definió el vicepresidente, J. D. Vance, y como un “evangelista de la libertad” (Trump) en un memorial al que acudió el Gobierno de Estados Unidos casi al completo.
El funeral fue un evento sin precedentes en la moderna historia del país. Sirvió tanto para demostrar el momento de extraordinaria unidad que vive el culto de tintes divinos que el presidente ha logrado forjar en solo una década en torno a su figura ―gracias, en parte, a Kirk―, así como de prueba definitiva de la confusión en el discurso conservador dominante entre la política y la versión más reaccionaria del cristianismo.
El secretario de Estado, Marco Rubio, jefe de la diplomacia de la primera potencia mundial, comparó al homenajeado, que profesaba la fe evangélica, con Jesús. El de Defensa, Pete Hegseth, al frente del Pentágono, proclamó que “solo Cristo es rey”. Y el vicepresidente Vance habló de “la verdad del Rey de Reyes” que Kirk portaba, mientras Trump esperaba su turno sentado un palco junto al hombre más rico del mundo, Elon Musk, junto al que hacía meses que no se le veía.
Fue un acto que osciló entre la religión y la política hasta que acabó, con la salida del presidente de Estados Unidos, convertido en un mitin a su más puro estilo, que empezó cuando habían pasado unas cuatro horas desde el inicio del memorial.
Trump repasó la vida de Kirk, defendió su política arancelaria y atacó a Joe Biden, a los migrantes, a la “izquierda radical” −a la que culpa del asesinato− y a los medios tradicionales. Presumió de haber convertido el país en los ocho meses en los que lleva en el puesto en “el más sexy del mundo”. No pudo reprimir su obsesión por las multitudes de los actos en los que participa. Y habló de sus planes de desplegar las tropas en Chicago y de la conferencia de prensa en la que promete ofrecer “una solución al autismo” que tiene previsto dar este lunes en la Casa Blanca.
“Era un mártir por las libertades estadounidenses, un cristiano y un seguidor de su salvador Jesucristo”, advirtió cuando regresó a los cauces de la elegía y con menos familiaridad que sus predecesores con la retórica bíblica. Después prometió devolver la religión a Estados Unidos −“sin fronteras [seguras], sin ley y sin Dios, no hay Estados Unidos”− y dijo que algo que lo diferenciaba de Kirk es que el activista quería “lo mejor para sus rivales”. “Y yo no, lo siento, Erika, yo los odio”, añadió, entre los vítores de la audiencia.
Erika es Erika Kirk, la viuda del polémico activista, asesinado a los 31 años de un balazo en el cuello mientras debatía en un acto al aire libre ante unas 3.000 personas en una universidad de Utah. Minutos antes de ser interpelada por Trump, ella había dicho que estaba lista para perdonar al “joven que mató” a su marido, un tipo de 22 años llamado Tyler Robinson. “Es lo que hizo Jesús”, que en la cruz, recordó Erika Kirk, dijo: “Dios, perdónales porque no sabe lo que hacen”. “Y es lo que habría hecho Charlie, porque la respuesta nunca es el odio, si no amor y siempre amor. Amor por nuestros enemigos y por los que nos persiguen”.

Trump, que lleva desde la muerte de Kirk alimentando la retórica de enfrentamiento político con sus adversarios, cerró su discurso haciéndola subir al escenario para abrazarla con cierta incomodidad. La interpretación de un coro de la canción patriótica America the Beautiful puso el broche a un homenaje que ganó en crispación cuando Stephen Miller, adjunto a la jefa de Gabinete de Trump, advirtió que los oponentes del activista no son conscientes “de lo que han despertado”. “¿Creísteis que podíais matar a Charlie Kirk? Lo hicisteis inmortal… ¡Ahora millones continuarán su legado!”.
Fue una jornada larga e intensa. Algunos de los asistentes llegaron tan pronto como a las 3.00. Hubo una familia que contó que había volado desde Filipinas y atascos kilométricos cuando aún era de noche. A eso de las 9.30 (hora de la Costa Oeste; nueve más en la España peninsular), se declaró lleno el State Farm Stadium, una mole plateada con capacidad para 73.000 personas, y el gentío corrió hacia el otro lugar preparado para seguir el homenaje en una pantalla gigante: una cancha de hockey cercana, con 20.000 asientos más, que también se quedó corta para acoger a todo el mundo.
Aún faltaban casi dos horas para que el primer orador, Rob McCoy, pastor de la iglesia de Kirk, tomara la palabra para ofrecer un encendido sermón que marcó el tono del resto de las intervenciones de los oradores, una nómina más propia de un funeral de Estado que de la despedida de un joven activista.
La expectación estuvo a la altura de la conmoción causada en Estados Unidos por el asesinato de Kirk. Su asesinato, cuyo impacto ha registrado inesperadas réplicas en el mundo entero, ha vuelto a evidenciar la brecha que divide al país y ha resucitado los peores fantasmas de la larga historia de violencia política de Estados Unidos.
El plantel incluía, además de a Trump, Vance, Rubio, Hegseth, a la jefa de Gabinete de la Casa Blanca, Susie Wiles, el secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr. o la directora nacional de Inteligencia, Tulsi Gabbard. También habló Don Jr., primogénito del presidente, que hizo una tosca imitación de su padre, y Erika Kirk, que esta semana tomó las riendas de Turning Point USA (TPUSA), la organización de proselitismo juvenil conservador que su marido había fundado en 2011, a los 18 años, y que el año pasado declaró ingresos por valor de 85 millones de dólares.

Sebastian Gordon, de 22 años, había salido en la noche del sábado de Los Ángeles. Condujo unos 600 kilómetros, y llegó poco antes de las 5.00 a Glendale. Para entonces, la cola era tan grande que no estaba seguro de conseguir un sitio en el estadio. Finalmente, no lo logró. Gordon valoraba de Kirk el ”mensaje que difundía” entre los jóvenes universitarios como él: “La importancia de la familia con dos padres, hombre y mujer”, y que diera la “batalla conservadora” en las redes sociales y en los campus.
Carol Cassady y Sonia Fraile habían venido de El Paso (Texas) para que los tres hijos adolescentes de Fraile no se perdieran el “momento histórico”. Llamaron a Kirk “misionero”, “mártir del sentido común” y “ejemplo de “defensor de las libertades y el amor por el país”. “Su muerte es un antes y un después. La prueba definitiva de que el 90% de la población de Estados Unidos es MAGA [siglas de Make America Great Again]”, afirmó Cassady, que llevaba una gorra con el mensaje “Jesucristo es mi salvador y Donald Trump, mi presidente”. Sarah y Don Marback, matrimonio de sexagenarios de Phoenix, pusieron el foco, por su parte, en las redes sociales, que “viven de tener a la gente enganchada y dividida”. “Hasta que no las cierren, cosa que no sucederá, este país no volverá a unirse”, dijo ella.
Entre la multitud que poco después del amanecer formaba una fila que daba vueltas y vueltas sobre sí misma bajo el cielo inusualmente encapotado, había familias vestidas para ir a misa, grupos de amigos luto, todas las derivaciones posibles de la patriótica combinación de las barras y estrellas, camisetas que decían “Yo soy Charlie Kirk” o “Libertad”, mensajes extraídos de la biblia y una joven con la espalda al aire, cubierta por un tatuaje de Cristo portando la cruz hacia el Calvario.
Rock cristiano
A los que lograron entrar, les esperaba un muestrario de bandas de rock cristiano, que pusieron a la multitud a cantar “Amén” con los brazos en alto. Amy, una mujer de 56 años que no quiso decir su apellido, lamentó que, con la desaparición de Kirk, “Estados Unidos haya perdido a su próximo presidente”. Al rato, una banda de gaiteros tocó por primera vez el himno, Star Spangled Banner, que después volvió a interpretar un tenor acompañado de una orquesta y escoltado por miembros de las distintas ramas del ejército de Estados Unidos.
A la tribuna de oradores, parapetada tras algo que parecía un cristal antibalas, subieron personalidades de la extrema derecha como Tucker Carlson, congresistas republicanos, y amigos y compañeros de trabajo del homenajeado, que evidenciaron las robustas conexiones de Kirk en el movimiento MAGA.
Todos ellos destacaron su “patriotismo”, su “fe en Dios todopoderoso” y en las bondades del matrimonio y la procreación. Lo compararon con San Esteban, el primer mártir del cristianismo. Cargaron contra la “izquierda”. Proclamaron una y otra vez, como hizo Rubio, que Estados Unidos es la “nación más grande y excepcional de la historia de la humanidad”, y atacaron el estado actual de la educación superior, que pintaron como un lugar para el ”adoctrinamiento socialista”, al que los padres mejor harían en no mandar a sus hijos si no quieren que “cuatro años después” se los devuelvan cambiados.
Benny Johnson, aliado y donante del activista, compartió con los presentes el consejo que recibió de Kirk: “Centra tu vida en Cristo, enamórate, cásate, ten un millón de hijos y vive tu sueño americano, y así podremos crear millones y millones y millones de Charlie Kirks, y salvar la tierra. Ese será nuestro punto de inflexión”, añadió, en referencia al nombre de la organización que ambos compartían, cuya traducción al español es esa: “punto de inflexión”. “¿Estáis listos para revestiros con la armadura de Dios?”, gritó el influencer MAGA Jack Posobiec, que blandió un rosario en el clímax de su intervención. “¡Ahora es el momento!”.
El espectáculo se desarrolló con la precisión de una producción televisiva. TPUSA lo organizó en poco más de una semana en colaboración con las autoridades locales, estatales y federales, que le dieron la consideración más alta de seguridad. Los controles de acceso eran los propios de un aeropuerto, aunque la presencia policial se hizo discreta.

Nacido en 1993, Kirk fundó a los 18 años TPUSA en un garaje de Lemont (Illinois, Estado en el que nació y creció). En 2019, se mudó a Arizona, e instaló las oficinas de la organización a las afueras de Phoenix. Un año antes había conocido a su hoy viuda, Erika Kirk, en Nueva York. En 2021, el prometedor político y la antigua Miss Arizona se casaron. En Phoenix organizaban cada año America Fest, convención anual de TPUSA y un verdadero quién es quién del movimiento MAGA. Este año, su celebración está prevista para diciembre.
Además de a los pódcast, TPUSA se dedicaba a organizar actos en universidades de todo el país, que Kirk nunca pisó como estudiante. En ellos, el líder juvenil debatía con alumnos liberales sobre asuntos en los que sostenía opiniones en consonancia con su nacionalismo cristiano, que incluían una feroz oposición al aborto, ataques a los derechos LGTBIQ+, la burla de las iniciativas de discriminación positiva y la defensa de la supremacía de la sociedad occidental o de la institución del matrimonio.

Su presunto asesino —un joven de 22 años proveniente de un hogar mormón y republicano que, según su familia, había abrazado en los últimos tiempos posturas “izquierdistas”— se entregó a la policía tras 33 desesperadas horas de búsqueda en el Estado de Utah, después de que su padre lo convenciera de hacerlo. El martes pasado, supo que el fiscal de distrito encargado de procesarlo tratará de que lo condenen a muerte por asesinato agravado.
Según el pliego de la acusación, el balazo de un rifle de caza que desde una distancia de 180 metros acertó en el cuello del activista, clave en el triunfo de Trump en las últimas elecciones, por su enorme influencia entre los votantes de la generación Z, pudo matar a más personas.
Casi dos semanas después de aquello, las teorías de la conspiración sobre lo que pasó no dejan de correr por internet. Una de ellas sospecha por el hecho de que la bala que mató a Kirk no atravesara su cuerpo. Este sábado, un portavoz de TPUSA intervino desde X para atajar esa conspiranoia y decir que “el hecho de que no hubiera orificio de salida es probablemente otro milagro”. “Quiero que la gente lo sepa”, aclaró.

El mensaje citaba al cirujano que trató a Kirk en el hospital, y que dijo que la bala “debería haber atravesado” el cuerpo de la víctima, que, según desvelaron su viuda y un amigo que lo acompañó a urgencias, murió en el instante. “He visto heridas de este calibre muchas veces y siempre lo atraviesan todo. Esto habría abatido a uno o dos alces”. Probablemente, añadió el médico, también habría matado a quienes estaban tras él.