La Unión Europea ha acordado en la madrugada de este viernes endeudarse por un valor de hasta 90.000 millones de euros para mantener en pie a Ucrania y empezar a financiar su reconstrucción. El acuerdo aspira a que Moscú reembolse esa partida, vía futuras indemnizaciones de guerra. Pero hay muchas probabilidades de que la factura acabe apareciendo en los números rojos de cada uno de los socios de la UE, salvo en los de Hungría, Eslovaquia y Chequia, que se han negado a participar en la derrama aunque, de manera muy significativa, no la han vetado como podían haber hecho.
Para Europa, los 90.000 millones equivalen a una suerte de entrada o primer plazo para dejar claro que tras la invasión rusa del 24 de febrero de 2022 Ucrania ha pasado a formar parte definitivamente del bloque occidental del continente, alejándose probablemente para siempre de Rusia, un país que pasó de ser su hermano mayor a convertirse en un mortal enemigo. El préstamo no es un dinero desperdiciado, como ha sugerido el primer ministro húngaro Orbán. Todo lo contrario. Es el comienzo de una importante inversión para el futuro de la Unión Europea porque una Ucrania en paz, libre y reconstruida se transformará en un importantísimo activo para la seguridad y estabilidad del club comunitario.
Además de su formidable capacidad de producción agrícola y su valiosa experiencia industrial, Ucrania se ha reconvertido a la fuerza en una engrasada maquinaria militar, hasta el punto de que algunas fuentes en Bruselas describen al ejército ucranio como el mejor y más experimentado de Europa en estos momentos.
“Si afrontáramos una agresión de Rusia, estaríamos ante un ejército experimentado en batalla. Aparte de Ucrania, nadie en Europa tiene una experiencia similar”, ha reconocido esta semana el comisario europeo de Defensa, Andrius Kubilius. Y se pronunciaba abiertamente a favor de integrar las capacidades militares ucranias “con las nuestras”. Bruselas parece ver en Ucrania la futura espina dorsal del brazo europeo de la OTAN, al que EE UU quiere traspasar el liderazgo de la defensa del viejo continente a partir de 2027.
El país de Volodímir Zelenski también se perfila como un revulsivo para el mercado interior europeo. Con una población similar a la de Polonia (39 millones de habitantes), se espera que Ucrania protagonice un milagro económico como el que han disfrutado los polacos desde que abandonaron la órbita de Moscú y se integraron en la Unión Europea. En 1990, Polonia tenía un PIB per cápita de 1.700 dólares, según el Banco Mundial. En 2004, cuando se puso en marcha la ampliación de la UE hacia el Este, alcanzaba ya los 6.700 dólares. Y 20 años después de la integración, ha llegado a 25.000.

Alemania, que probablemente será el socio más beneficiado de la llegada de otro gran vecino del Este, ha intentado que el rescate de Ucrania saliera gratis. Berlín proponía cargar la factura de 90.000 millones a las reservas del Banco de Rusia bloqueadas en Bélgica, una posibilidad que el Gobierno belga ha rechazado de manera tajante por temor a un imprevisible conflicto, como mínimo comercial, con Moscú.
Pero Berlín, como en tantas otras crisis, se ha topado con la realidad. Pasó con Grecia, cuyo rescate intentó resolverse con parches y acabó tragándose casi 300.000 millones de euros. Pasó con la crisis del euro, que obligó a crear un mecanismo de estabilidad, con una potencia de tiro de 500.000 millones, al que pidieron socorro España, Portugal, Irlanda y Chipre. Y pasó también con la pandemia, cuando se estableció un Fondo de recuperación de 750.000 millones.
Ahora toca salvar a Ucrania del colapso provocado por la agresión rusa. Y parece que el préstamo de 90.000 millones aprobado la madrugada del viernes será solo el primer plazo de una larga minuta. La recompensa para Europa será atraer a su esfera un país históricamente vinculado a Moscú. Para Rusia, el balance puede ser más doloroso. Sus millonarias reservas en Europa siguen expuestas a la confiscación. Y el daño geoestratégico puede ser aún más grave para Vladímir Putin. “Sin Ucrania, Rusia deja de ser un imperio”, señaló Zbigniew Brzezinski hace 30 años. El vaticinio del histórico politólogo y ex consejero de Seguridad en EE UU puede estar cerca de cumplirse.
