Ante la mirada de autoridades nacionales presentes, la misa central de este 8 de diciembre se centró en la misericordia, la justicia y la corrupción. Basándose en enseñanzas del Concilio Vaticano II, el monseñor Ricardo Valenzuela, obispo de la Diócesis de Caacupé, recordó que “Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres”, por lo que los bienes creados deben distribuirse de manera equitativa.
Señaló que en esta vida, cada uno es “solo un administrador”. Señaló que el acaparamiento de los bienes, que se daba entre los hebreos, en grandes propiedades, que poco a poco reducía a muchos a la indigencia, la pobreza es enérgicamente descalificado por los profetas. Mencionó una profecía del libro de Isaías en el Antiguo Testamento que condena a los ricos y poderosos que acaparan tierras y propiedades, buscando poseerlo todo para sí mismos y excluyendo a los demás.
“El profeta advierte que, a pesar de su acumulación de bienes, sus grandes y hermosas casas serán finalmente desoladas y sin moradores, ya que sus acciones son una injusticia que Dios juzgará. Puesto que Dios exige el desprendimiento, el derecho de propiedad individual no es un derecho de los más rigurosos”, sentenció.
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Resaltó que no debe concebirse la propiedad privada en un sentido exclusivo e individualista. “La propiedad tiene una función social. Los bienes han sido creados para bien de todos los hombres. El que posee bienes superfluos debe hacer partícipes de ellos a los necesitados. Si esta norma se descuida y la tendencia al acaparamiento se generaliza, el clamor de los pobres crecerá y ese clamor llegará a Dios, defensor del indefenso”, manifestó.
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Valenzuela afirmó que los gobernantes tienen la obligación permanente de velar por una sociedad más justa. “La honestidad debe iluminar su actuar para que sea creíble, junto con un profundo espíritu de servicio, especialmente hacia los más vulnerables”, expresó. Por lo tanto, señaló que leyes justas y autoridades comprometidas son claves para que tanto personas como empresas estén realmente al servicio del país.

Fuerte crítica a la corrupción
Uno de los ejes centrales de su mensaje fue la corrupción, uno de los principales males que afectan a Paraguay. “Una persona corrupta no es de fiar, no ama a las personas, busca su propio interés. Destruye a la sociedad porque compra, quita confianza y rebaja la dignidad”, advirtió.
Dijo que es una de las causas de las tristes situaciones que se registran en el país. Citó al profeta Isaías al afirmar que “cuando la corrupción toca fondo, todo se cae”, y remarcó que sin honestidad no es posible superar ninguna crisis. Para revertir esta realidad, Valenzuela planteó la necesidad de apostar por una educación de calidad, la creación de empleos dignos y el acceso a servicios básicos como salud y “un techo, una vivienda digna”. Instó a la ciudadanía y a las autoridades a dejar de lado el egoísmo, la arrogancia y las envidias.
“Lograr que el gobierno, todo el funcionariado público y la ciudadanía en general, es decir, todos nosotros sea honesto, es hoy como lo fue en todos los tiempos y sobre todo en los de crisis, una misión tan imperiosa como indispensable. Sin honestidad, no se gana ninguna guerra, no se puede superar ningún problema”, manifestó.
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“Dios ama al que da con corazón alegre”
El obispo también reflexionó sobre la importancia de la solidaridad genuina. Recordó que el valor de una ayuda no depende de la cantidad entregada, sino de la intención con la que se da. Citó la carta de San Pablo “Dios ama al que da con corazón alegre” y advirtió contra la caridad practicada por vanidad o búsqueda de aplausos.
“Cuando el que da lo hace por ostentación, su obsequio humilla al que lo recibe. La limosna debe servir para socorrer al prójimo, jamás para rebajarlo”, afirmó. En contraste, destacó la generosidad de quienes menos tienen, movidos por la compasión de haber experimentado la necesidad en carne propia.
Así también, monseñor Valenzuela insistió en que la construcción del bien común es tarea de todos. Invitó a los ciudadanos a cultivar valores como la honestidad, la empatía y el servicio, para avanzar hacia una vida digna para toda la población.
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Un llamado a unidad y esperanza
En el cierre de su homilía, Valenzuela animó a la población a mantener la fe y la esperanza en tiempos mejores para el país. “Necesitamos más que nunca que esta virtud de dar, se difunda entre nosotros, en toda la ciudadanía, y como los ejemplos son los que valen, empujan y construyen, más que las denuncias, los consejos, lo sermones, los primeros que hemos de asumir y llevarlo a la práctica son y somos las autoridades nacionales y los miembros de la Iglesia”, señaló.

Destacó que cada obra buena contribuye a un Paraguay más digno y fortalece la memoria y el legado de quienes actúan con rectitud. “Mientras más obras buenas realices por el prójimo, más te amarán los hombres y más querida será tu memoria”, expresó, pidiendo la intercesión de la Virgen de Caacupé para acompañar al pueblo en este camino de responsabilidad, solidaridad y servicio.
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Autoridades presentes
Como cada año, el presidente Santiago Peña se ausentó en la misa central de Caacupé. Hoy se presentaron autoridades como la ministra de la Juventud, Salma Agüero; el ministro de Desarrollo Social, Tadeo Rojas y la senadora Lilian Samaniego.
También acudieron el gobernador de Cordillera, Denis Lichi y varias autoridades más diversas instituciones públicas, quienes escucharon atentamente la homilía centrada en la corrupción.