La relación entre China y Japón ha entrado en su fase más frágil en años, a raíz de las declaraciones de la primera ministra nipona, Sanae Takaichi, sobre la posibilidad de que Tokio interviniese militarmente junto a Washington en caso de agresión china a Taiwán. La tensión ha saltado con rapidez de lo verbal a lo diplomático y, en una semana, también al terreno militar: Pekín ha impuesto una prohibición temporal de navegación en parte del mar Amarillo para ejecutar maniobras con fuego real entre el lunes y el miércoles, según un aviso marítimo difundido este sábado por los medios estatales chinos.
En su comunicado ―emitido originalmente el miércoles―, la Administración de Seguridad Marítima de China no ofrece detalles sobre la naturaleza del entrenamiento castrense ni sobre los medios o tipos de armamentos que utilizarán. Pese a que esa zona se encuentra a gran distancia del archipiélago japonés, la coincidencia temporal con la actual crisis diplomática añade una nueva capa de tensión a la ya de por sí compleja relación bilateral.
El origen inmediato del enfrentamiento se remonta al 7 de noviembre, cuando Takaichi afirmó ante el Parlamento japonés que el uso de la fuerza militar por parte de China en el estrecho de Taiwán podría considerarse “una situación que amenaza la supervivencia de Japón”. Añadió que ese escenario permitiría la intervención de las Fuerzas de Autodefensa japonesas bajo el marco de defensa colectiva con Estados Unidos. El comentario supone un alejamiento de la estrategia de ambigüedad que ha mantenido durante años Tokio (y también Washington) sobre cómo respondería ante una acción del Ejército chino en la región.
Las redes sociales chinas se incendiaron inmediatamente ante esas declaraciones, y acusaron a Japón de provocar el caos. El rifirrafe se agravó cuando el cónsul chino en Osaka publicó (y posteriormente eliminó) un mensaje instando a “cortar la cabeza” de Takaichi, ante lo que Tokio exigió una disculpa.
El lunes 10, un portavoz del Ministerio de Exteriores chino cargó contra las palabras de Taikaichi, que tachó de “descarada interferencia en los asuntos internos de China”. “¿Qué tipo de mensaje pretende mandar la líder japonesa a las fuerzas independentistas taiwanesas con esas declaraciones?”, azuzó el vocero Lin Jian. “¿A dónde quiere llevar exactamente Japón las relaciones bilaterales?”, prosiguió. Ese mismo día, Takaichi dijo que sus declaraciones eran “hipotéticas”.
No obstante, la tensión se ha mantenido a lo largo de la semana, con los medios chinos vinculando sus comentarios a un supuesto “resurgimiento del militarismo japonés”.
El viceministro de Exteriores chino, Sun Weidong, convocó el jueves al embajador nipón en China, Kenji Kanasugi, a quien expresó su profundo descontento y rechazo a las “extremadamente erróneas” y “muy peligrosas” palabras de Takaichi, que han “herido profundamente los sentimientos del pueblo chino”, dijo.
El pulso diplomático ya se ha trasladado al terreno civil. El viernes, la Cancillería china pidió a sus ciudadanos que eviten viajar a Japón “por el deterioro del entorno de seguridad”. China es el principal emisor de turistas hacia el país del sol naciente: entre enero y septiembre, los viajeros procedentes de China realizaron 7,48 millones de desplazamientos al archipiélago, según estadísticas oficiales del Ministerio de Turismo japonés. La cifra supone un aumento del 42% respecto al mismo periodo del año pasado.
Tokio, por su parte, ha exigido a Pekín “medidas apropiadas” para frenar la escalada. El portavoz del Gobierno, Minoru Kihara, ha subrayado que ambos países mantienen posiciones distintas, pero deben preservar los canales de comunicación abiertos, según la agencia de noticias Kyodo. Japón insiste en que la estabilidad del estrecho de Taiwán es esencial para su seguridad nacional: la isla se encuentra a tan solo 107 kilómetros de su territorio, y un conflicto podría implicar a Tokio en una respuesta coordinada con Washington.
Taiwán es el lugar en el que se exiliaron las fuerzas nacionalistas tras perder la guerra civil china en 1949. Aunque el Partido Comunista nunca ha ejercido autoridad efectiva sobre la isla, la República Popular la considera una parte inalienable de su territorio y afirma que la reunificación es “inevitable”. Tampoco descarta el uso de la fuerza para lograr ese objetivo. Al actual presidente, Lai Ching-te, lo tildan desde China de “separatista peligroso” por defender la soberanía de la isla.
La portavoz presidencial taiwanesa Karen Kuo, acusó este sábado al gigante asiático de ejercer “amenazas híbridas” contra Japón mediante la combinación de maniobras militares, presión diplomática y advertencias a los turistas. Aseguró que esos pasos suponen un “impacto grave” para la seguridad del Indo-Pacífico y reclamó una “estrecha colaboración” entre Taipéi, Tokio y otros socios regionales para garantizar “un entorno libre, estable y abierto”.
La polémica estalla poco después de que Takaichi y su homólogo chino, Xi Jinping, mantuvieran su primera reunión presencial, al margen de la cumbre de APEC en Corea del Sur. Entonces, Xi la instó a respetar los acuerdos sobre cuestiones históricas y sobre Taiwán para no erosionar los cimientos de la relación bilateral. Aunque China y Japón son grandes socios comerciales, sus vínculos se ven a menudo puestos a prueba por la desconfianza histórica, las disputas territoriales y la estrecha alianza de Tokio y Washington.
El choque llega, además, en un año cargado de simbolismo, el del 80º aniversario del final de la II Guerra Mundial. En este contexto, China ha intensificado la retórica sobre el pasado militar japonés y ha entrelazado los debates de seguridad actuales con la memoria de la ocupación, un recurso que refuerza su narrativa oficial y amplifica la tensión en un momento especialmente sensible.
El Diario del Ejército Popular de Liberación abre este fin de semana con un editorial en el que advierte que “si Japón se niega a aprender las lecciones de la historia y se atreve a tomar acciones temerarias ―incluida una intervención militar en la situación a través del estrecho―, estará jugando con fuego y pagará un precio insoportable».