Una explosiva conversación entre dos influyentes personalidades de la extrema derecha estadounidense ―el supremacista blanco Nick Fuentes, negacionista del Holocausto y admirador de Hitler, y el exlocutor de Fox News Tucker Carlson, anfitrión de la entrevista en la cabaña de Maine en la que graba su podcast― ha desatado en los últimos días una guerra interna en el movimiento MAGA (Make America Great Again). Venía tiempo incubándose y saca a la luz las querellas entre las facciones del trumpismo cuando se rasca más allá del culto a su líder, el presidente de Estados Unidos.
La emisión de la entrevista, la semana pasada, también ha provocado una fenomenal crisis en uno de los pulmones intelectuales de la derecha en Washington, la Heritage Foundation. Es el think tank que puso blanco sobre negro en el Proyecto 2025 la agenda para un hipotético regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, y que este está cumpliendo al pie de la letra.
Tanto a Carlson como a Kevin Roberts, director de la Heritage, los acusan desde el universo MAGA de blanquear el discurso extremista de Fuentes, un muchacho de 27 años que graba desde Chicago su podcast, espacio que bate todos los récords por sus ideas filofascistas, racistas y misóginas, así como por su difusión del credo del nacionalismo cristiano y de las más salvajes teorías de la conspiración.
Carlson ha recibido críticas por plantear una entrevista amigable, y por dejar, fiel a su estilo cínico, que su interlocutor se declarase “fan de Stalin” sin que el periodista impugnara esa pasión. Roberts está pagando, por su parte, las consecuencias de haber salido en defensa de su “amigo” Carlson cuando empezó la polémica. Desde entonces, se ha desdicho a medias y ha pedido disculpas, lo cual no ha evitado una revuelta entre los trabajadores del think tank, que nació para dar cobertura intelectual a Ronald Reagan, cayó en la irrelevancia con el pasar de los años y el ascenso de Trump y la recobró el año pasado gracias al Proyecto 2025.
Los empleados de su grupo de trabajo dedicado al combate del antisemitismo han dimitido en bloque, ofendidos por la defensa de su jefe de las ideas de Fuentes, jaleadas por Carlson, que durante la entrevista empleó el término “cristianos sionistas” para referirse al nutrido grupo de conservadores que apoyan a Israel en Estados Unidos (citó, entre otros, al expresidente George W. Bush o al senador de Texas Ted Cruz): “Es la gente que más odio”.
Porque la charla, de más de dos horas, pinchó en hueso en la parte en la que se habló del apoyo de Estados Unidos a Israel en su brutal campaña en Gaza. Es un debate que provoca un conflicto existencial en el universo MAGA, que aún busca cómo conciliar el apoyo a Trump en todo lo que hace y dice, también en su respaldo incondicional al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, con su pasión por el ideal del America First (Estados Unidos primero), un programa incompatible con financiar guerras en el extranjero.
Fuentes tiene un millón de seguidores en X y Trump lo recibió en su mansión en Mar-a-Lago (Florida) en 2022. Ante Carlson dio rienda suelta a las teorías de la conspiración sobre el “judaísmo organizado”. En las sospechas sobre el poder de esa mano negra coincide con el locutor, que ha dicho sin aportar pruebas que el millonario pederasta Jeffrey Epstein era un agente del Mosad y ha insinuado que tras la muerte del líder juvenil MAGA Charlie Kirk también estuvo Israel.
Complot para matar a Charlie Kirk
Fuentes ha dejado caer, además, que en ese complot para matar a Kirk, al que estaba fieramente enfrentado por un parecido espacio de influencia, participó la viuda del activista asesinado, Erika Kirk. Candace Owens, otra voz de referencia en el mundo MAGA, también ha defendido que a Kirk lo mataron porque estaba a punto de cambiar de idea y de empezar a criticar a Israel.
Para el podcaster judío Ben Shapiro, otro líder trumpista, la entrevista ―una más en el océano de desinformación en la que nada la extrema derecha en Estados Unidos― es “preocupante” por lo que indica sobre “la fragmentación del conservadurismo” en este país, “provocada deliberadamente por una facción disidente” que lidera Fuentes, según explicó esta semana Shapiro en referencia a los groypers, escisión del movimiento MAGA que se identifica con el meme, famoso en internet, de una rana.
“Son supremacistas blancos. Odian a las mujeres, a los judíos, a los hindúes, a muchos tipos de cristianos, a las personas de color de diversos orígenes, a los negros, la política exterior estadounidense y la Constitución de Estados Unidos”, enumeró Shapiro para definirlos en un podcast monográfico. “Estamos asistiendo a un proceso de normalización de los groypers dentro del Partido Republicano tradicional. El principal responsable de esta normalización es Tucker Carlson, un cobarde intelectual, un interlocutor deshonesto y un pésimo amigo”.
Shapiro no está solo en su preocupación por que la influencia de Fuentes extreme las posiciones del mundo MAGA, especialmente entre los hombres jóvenes. “Esto es un veneno, y creo que nos enfrentamos a una crisis existencial en nuestro partido y en nuestro país”, declaró la semana pasada el senador Ted Cruz en la cumbre anual de la Coalición Judía Republicana.
Carlson solía ser el locutor con mayor audiencia de las noticias por cable. Se pasó al podcast tras su despido de Fox News hace dos años con un espacio por el que han pasado desde el presidente ruso, Vladímir Putin, o el iraní, Masud Pezeshkian, hasta Alex Jones, condenado por difundir bulos sobre la matanza en una escuela infantil, o el historiador Darryl Cooper ―según Carlson, “el más importante y honesto de Estados Unidos”―, que, como Fuentes, niega el Holocausto y considera a Winston Churchill el verdadero villano de la II Guerra Mundial. Con todos ellos, Carlson se dedica a amplificar acríticamente sus discursos.
El periodista defiende su estilo recurriendo a la libertad de expresión y al rechazo de la cultura de la cancelación. Y ahí emerge otra contradicción MAGA, un movimiento que se hizo fuerte en buena medida como reacción a la decisión de las empresas tecnológicas de vetarlos de sus redes sociales por difundir bulos sobre la pandemia o mentiras electorales tras la derrota de Trump. No quieren que se los confunda con la izquierda censora, pero las ideas antisemitas de Fuentes son sencillamente demasiado para ellos.