En la caótica y accidentada película de la desclasificación de los papeles de Epstein, el miércoles, día semifestivo en Washington, llegó el penúltimo giro de guion. Fue gracias al anuncio de que el Departamento de Justicia, obligado por ley a liberar todos los documentos que obran en su poder, había recibido en torno de un millón más de archivos. El Gobierno de Donald Trump tenía la obligación de haber hecho público el total de los materiales antes del pasado 19 de diciembre, día en el que solo soltaron una parte, y su vice fiscal general, Todd Blanche, advirtió de que el resto tardaría “un par de semanas” en ver la luz. Con el nuevo e ingente lote de papeles, el Departamento de Justicia pide de nuevo más tiempo.
Esos documentos, los últimos en llegar y los que están “encima de la mesa” de la fiscal general Pam Bondi desde hace meses, provienen de la inabarcable fuente de papeles del caso del pederasta Jeffrey Epstein. Todos ellos precisan ser revisados antes de poder ponerse a disposición de las víctimas, los políticos de ambos partidos que llevan medio año exigiéndolos, y de la opinión pública, o, al menos, de la parte de la opinión pública que vive obsesionada con la truculenta historia del “depredador sexual más peligroso dela historia de Estados Unidos, que murió en 2019 en una celda de máxima seguridad mientras esperaba a ser juzgado por urdir una red de tráfico sexual con centenares de víctimas menores de edad y quién sabe su una nutrida lista de cómplices, hombres ricos e influyente, de sus crímenes.
“Tenemos abogados trabajando incansablemente para revisar y efectuar las tachaduras legalmente requeridas para proteger a las víctimas; publicaremos los documentos lo antes posible. Debido al gran volumen de material, este proceso podría demorarse algunas semanas más”, aclaró el Departamento de Justicia en un mensaje en X.
La obligación de cribar los papeles emana de una ley aprobada por una abrumadora mayoría del Congreso el pasado noviembre. El primer lote llegó el viernes pasado. Traía unos 13.000 archivos, más de 100.000 páginas, unas 500 de ellas completamente tachadas. En el conjunto, subido a una web creada ex profeso por las autoridades, destacaban 4.000 imágenes que volvieron a servir para probar que Epstein y su mejor amiga y conseguidora, la británica Ghislaine Maxwell, condenada a 20 años de prisión en su condición de cómplice, estaban extraordinariamente bien conectados en la sociedad, las finanzas la ciencia y la política, no solo de Estados Unidos.
Una serie de imágenes del expresidente Bill Clinton, en la que se le ve, por ejemplo, con una joven con el rostro tapado en un jacuzzi o en una piscina con Maxwell y otra mujer sin identificar, fue la que más revuelo generó. La primera desclasificación recibió críticas por parcial y por excesivamente censurada, tanto de las víctimas de Epstein como de los redactores de la ley.
También alentó las sospechas de que el Departamento de Justicia había empezado por unos materiales que dejaban en buen lugar a Trump, prácticamente ausente en esos archivos. Uno de los pocos documentos en los que había rastro del presidente de Estados Unidos, que fue amigo de Epstein durante 15 años, hasta 2004, fue eliminado y restaurado cuando el gesto amenazaba en desembocar en una crisis para la Casa Blanca: se trata de una foto en la que Trump está rodeado de mujeres con el rostro sin tachar. Otro papel clave es una denuncia presentada por una mujer llamada Maria Farmer al FBI en 1996; vino a demostrar que las autoridades supieron de los crímenes de Epstein 10 años antes de su primer arresto, y que no hicieron nada por seguir esa pista.
Segundo lote
El segundo gran lote de documentos desclasificados llegó el lunes al filo de la medianoche. Y, de nuevo, su liberación estuvo gobernada por el caos. Se publicaron los materiales, que, esta vez sí, contenían una buena ración de Trump, y luego desaparecieron. Una vez estuvieron de nuevo en la web, se pudo comprobar que traían un vídeo falso, que supuestamente recoge el momento en el que, según dictaminó el forense, el millonario pederasta se suicidó. También, una carta enviada por este al médico Larry Nassar, condenado por abusar de decenas de deportistas del equipo de gimnasia de Estados Unidos cuando eran menores, en la que Epstein hablaba del “gusto” de Trump “por las chicas jóvenes y atractivas”. El Departamento de Justicia empleó medio día para obtener el veredicto del FBI, que afirmó que el documento no es real, y un buen montón de energía más en contestar en redes sociales a quienes difundían la supuesta misiva entre pederastas.
Esa nueva partida, que contiene un correo de un investigador que advierte que Trump viajo varias veces en el avión privado de Epstein “muchas más veces” de las que se creía entre 1993 y 1996, también dejó al descubierto la chapuza con la que han trabajado los funcionarios encargados de la limpieza de esos papeles. Resulta que al copiar y pegar en un procesador de textos el contenido de algunos las tachaduras desaparecen y la información censurada queda a la vista. Tras un estudio exhaustivo de esos puntos en los que la máquina censora del Departamento de Justicia falló no cabe concluir que haya grandes novedades.
Y así fue cómo este miércoles el embrollo se enredó un poco más, tras el anuncio de que el FBI y la Fiscalía del Distrito Sur de Nueva York han descubierto “más de un millón de documentos adicionales, posiblemente relacionados con el caso de Jeffrey Epstein”. El departamento se comprometió a revisarlos y a seguir “cumpliendo plenamente con la ley federal y la orden del presidente Trump de publicar los archivos”.
Casi una semana después del día en el que todos los papeles de Epstein tendrían que haber visto la luz, no queda claro que estrategia guía a Bondi; ni siquiera que tenga otra que no sea la pura improvisación. La fiscal general dijo durante meses que la Administración de Trump tenía como objetivo arrojar luz sobre el caso para después anunciar que no tenía intención de publicar nada más, porque no existía la “lista Epstein”, esa nómina de ricos y famosos que pudieron participar de sus crímenes y que ha dado lugar a toda clase de teorías de la conspiración y ha empañado reputaciones de los sospechosos habituales que salen en ellos.
El presidente de Estados Unidos, que sale en los papeles, pero eso no significa que sea culpable de ningún delito, suele reaccionar con impaciencia cuando los periodistas le sacan el tema, que le gustaría ver desaparecer de un plumazo. No parece que la torpe y lenta desclasificación a la que estamos asistiendo, que renueva cada día el interés del voraz ciclo de las noticias sobre el caso Epstein, sea la mejor idea para cumplir con deseo de Trump que se el asunto se resuelva de un modo rápido e indoloro.
