La Casa VRO celebró 15 años de trayectoria en el rubro de indumentaria gastronómica. Con motivo de este aniversario, conversamos con Verónica Pardo, CEO y fundadora de la marca, quien nos compartió sus experiencias y respondió a nuestras preguntas:

Cuando fundaste La Casa VRO hace 15 años, ¿Cuál fue el momento exacto en que sentiste que la indumentaria gastronómica podía transformarse en un símbolo de identidad y no solo en un uniforme?

La Casa VRO nació con la visión de transformar la indumentaria de cocina, antes vista solo como un uniforme funcional, en un símbolo de identidad. Sus prendas reflejan la historia, la cultura y el orgullo nacional paraguayo, combinando diseño autóctono y alta calidad. Así, VRO se consolidó como una identidad cultural que viste a chefs paraguayos e internacionales, demostrando la excelencia del trabajo paraguayo.

Volviste al país después de formarte en Europa. ¿Qué fue lo que viste en Paraguay —y en la mujer paraguaya— que te hizo confiar en que este proyecto tenía terreno fértil?

Siempre vi en Paraguay muchísimas cosas positivas. Vivir en España me permitió tomar distancia y observar una tercera arista, sin estar inmersa en el día a día y en todo lo que muchas veces se percibe como negativo.
Siempre existió ese talento paraguayo, esa tradición y esas manos capaces. Sin embargo, en el ámbito de la cocina no había aún un espacio donde todo eso pudiera expresarse plenamente. Si bien hubo referentes fundamentales como Carolina Giret o Ceci Fadul, verdaderas antecesoras, su trabajo se desarrollaba en otros contextos y ambientes.

Cuando nosotros incorporamos a la cocina, fue algo maravilloso. Además, creo firmemente en el rol de la mujer paraguaya: nuestra historia demuestra que cargamos un país sobre los hombros, y esa fuerza nos dio una capacidad única, difícil de encontrar en otros lugares del mundo. Hoy, el 80% de nuestro equipo está conformado por mujeres: artesanas, bordadoras, creativas, expertas con la máquina de coser, que transforman tradición, talento y esfuerzo en identidad.

Decís que La Casa VRO nació de una necesidad real. ¿Cuál fue esa necesidad y cómo se convirtió en visión de marca?

La necesidad fue real, y por eso seguimos adelante. Existía una demanda concreta de indumentaria gastronómica. Fue entonces cuando mi mamá me dijo: “Vero, ¿te interesaría realizar uniformes gastronómicos?” Ella ya contaba con su título de chef en Europa y me propuso encarar este desafío. Yo le respondí que sí, sin dudarlo. Como licenciada en Administración Hotelera y Turismo, tenía conocimientos que me ayudaban a entender el rubro. Lo que no existía hasta ese momento era una oferta que combinara funcionalidad, diseño y una identidad auténtica. Hoy puedo afirmar que, a nivel mundial, somos de las pocas —si no la única— marca que ofrece una variedad tan amplia de productos altamente personalizados. Mientras otras marcas se limitan a patrones en blanco, negro o gris, nosotros apostamos por el color, los apliques autóctonos y el desarrollo de nuevas telas.
La visión fue clara: ocupar ese espacio y proponer una vestimenta de cocina digna para el cocinero. Porque, aunque algunos se pregunten para qué “vestirse lindo” si se entra a una cocina llena de aceite y trabajo duro, creemos que el uniforme debe ser digno, creativo y con raíces culturales.
No fue fácil diseñar algo así. Fue un proceso complejo, pero contamos con un gran equipo: Teresita de Jesús, desde Villarrica; Liliana, en el arte del ñandutí; y Rosi, en el punto cruz. Juntos logramos diseñar piezas que representan verdaderamente al Paraguay.

La marca tiene un 80% de fuerza laboral femenina. ¿Qué significa para vos liderar un proyecto donde las mujeres no solo participan, sino que sostienen y transforman la identidad de la marca?

Creo que para todas nosotras, las que hoy trabajamos acá, este trabajo es mucho más que una tarea diaria: es una responsabilidad con nuestros hogares, con nuestras familias y con nuestra vida.
Saber que el público paraguayo nos ve, nos reconoce y valora lo que hacemos nos da una fuerza enorme. Eso transforma nuestras manos en creadoras, convierte cada pieza en una obra, en un tejido con diseño y sentido.
Para quienes estamos aquí todos los días, ese reconocimiento es fundamental: nos da visibilidad, jerarquiza nuestro trabajo y nos impulsa a seguir adelante. Porque el día a día no es fácil, y lo que realmente nos estimula es ver nuestra marca posicionada y saber que nuestro esfuerzo tiene impacto y significado.

La colección Reikove apuesta por el color como elemento profesional y estético. ¿Por qué creés que la gastronomía debía salir del blanco y negro para “volver a vivir”?

Apostamos al color, dejando de lado el blanco y negro tradicionales.* Desde hace seis temporadas trabajamos con colores de tendencia, y *REIKOVE —que significa “volver a vivir”— expresa justamente eso.
Decidimos romper con la sobriedad clásica y volver a incorporar color, porque creemos que es momento de marcar el camino y proponer tendencias. El color representa identidad, energía y vida.
En la cocina, esta propuesta se traduce en una estética vibrante, con carácter y con ese lado latino que nos define: intenso, expresivo y lleno de color.

¿Cómo fue el proceso de crear una colección que une tejidos 100% nacionales con una estética pensada para competir en el mercado global?

El proceso de unir los tejidos 100% nacionales con una propuesta estética fue largo y desafiante: nos llevó dos años de trabajo. Comenzamos con el ao po’i, buscando proveedores comprometidos, que trabajaran de forma organizada y con un pago justo.
Luego, esos diseños fueron adaptándose a los parámetros técnicos que necesitábamos, especialmente en términos de resistencia y funcionalidad, y los combinamos con nuestras tradiciones, incorporando puntadas y técnicas que hoy ya forman parte de nuestra identidad.
No fue fácil al comienzo, pero hoy el proceso está consolidado. Hoy puede venir un emiratí y decirme: “Vero, quiero esto en mi uniforme”, y sabemos exactamente cómo hacerlo funcionar. Lo mismo sucede con clientes peruanos u otros mercados: nos indican qué desean y nosotros lo fusionamos con nuestra esencia, creando piezas únicas con identidad paraguaya.

Durante la pandemia, cuando el sector gastronómico se detuvo, ustedes lanzaron una línea de chocolates premium. ¿Cómo se toma una decisión tan audaz en medio de una crisis?

La línea de chocolates surgió en plena pandemia, a partir de una necesidad real de reinventarnos. En febrero yo había estado en un evento en Dubái, donde ya se hablaba de un posible cierre global. Mi socio emiratí me dijo: “Vero, si esto se cierra, ustedes están fritos”. Y tenía razón: nuestra actividad dependía totalmente de los restaurantes.
Llegué a Paraguay y, pocos días después —alrededor del 8 de marzo—, todo se cerró. Ahí entendí que tenía que hacer algo distinto. Empezamos vendiendo frutas y verduras, y como mi padre tenía la representación de Callebaut, le pedí que me trajera los chocolates para comercializarlos. Como buena paraguaya, hicimos lo que había que hacer para salir adelante.
Gracias al networking que ya teníamos por el trabajo con uniformes, muchos clientes comenzaron a preguntarnos dónde podían conseguir ese chocolate, y la respuesta fue inmediata. Fue una experiencia maravillosa de reinvención. Transformamos la tienda en una plataforma más amplia: primero llegaron los chocolates, luego los utensilios, y así el negocio fue creciendo.
Esa etapa fue un reflejo de la fortaleza de las mujeres en nuestra historia guaraní: adaptarnos, resistir y sostener el trabajo incluso en los momentos más difíciles, como lo fue la pandemia.

La alianza con Rubber PlasTech en Emiratos Árabes permitió ampliar la marca hacia productos de alta resistencia. ¿Cómo surgió ese vínculo y qué significó para ustedes entrar en un mercado tan exigente?

La representación de Rubber PlasTech fue casi una bendición: llegó en el momento justo y nos permitió ampliar aún más nuestra propuesta. A comienzos de año, la empresa nos manifestó su interés en expandirse en Latinoamérica y nos otorgó la representación, lo que fue una oportunidad extraordinaria para nosotros.
Esta alianza nos permitió incorporar una nueva línea de productos de altísima resistencia y calidad. Hoy no solo vestimos a los profesionales de la cocina ni proveemos insumos y utensilios, sino que ofrecemos una propuesta integral, que incluye toda la línea de policarbonato de excelencia para el uso gastronómico.
Este paso marcó la entrada de VRO a una etapa de mayor proyección y consolidación, fortaleciendo nuestra presencia en el mercado y posicionándonos como una marca diversa, sólida y en constante crecimiento en Paraguay.

La marca trabaja con artistas icónicos y comunidades artesanas como Mbyá, Ao Po’i, ñandutí y punto cruz. ¿Qué criterios seguís para integrar arte y tradición en prendas funcionales?

El criterio principal siempre es el respeto a la tradición. Un ejemplo de ello fue la colección desarrollada junto a la comunidad My’a. En ese proceso fuimos a presentarles la propuesta, dialogamos con ellos y trabajamos de manera conjunta, integrando su identidad cultural con las necesidades reales de funcionalidad del mercado gastronómico.
Cada prenda debe cumplir con múltiples parámetros y regulaciones nacionales e internacionales, por lo que en VRO elegimos cuidadosamente técnicas artesanales como el ao po’i, el ñandutí, el punto cruz y los trazos My’a, colaborando directamente con comunidades y bordadoras. Así, cada pieza incorpora identidad, historia y cultura.
El desafío está en lograr ese equilibrio: que la prenda no sea meramente ornamental ni un “show” imposible de usar en la cocina, sino funcional y digna para el trabajo diario. Y cuando llega el momento de la pasarela, ahí sí, nos permitimos sumar ese toque de espectáculo que celebra nuestra cultura.

Llevar indumentaria gastronómica a la Arab Fashion Week fue disruptivo. ¿Cómo reaccionó el público internacional al ver uniformes de cocina en una pasarela de lujo?

En 2018 recibimos una invitación para participar en el Arab Fashion Week, una experiencia verdaderamente maravillosa para nosotros. Presentamos nuestra propuesta en tres pasadas y participamos en tres ediciones consecutivas, realizando una inversión muy importante para que Bro estuviera presente en esa plataforma internacional.
La respuesta del público fue sumamente positiva. Nuestra propuesta rompió los moldes tradicionales de la indumentaria gastronómica y marcó un hito: fue la primera vez que la indumentaria gastronómica desfiló en una pasarela internacional. En ese momento, las grandes capitales de la moda eran Milán, París y Dubái, y nosotros logramos posicionarnos dentro de la tercera plataforma de moda más importante del mundo.
Fue una experiencia profundamente disruptiva, que nos obligó a resignificar conceptos como funcionalidad, moda, identidad y cultura. Incluso muchos no sabían pronunciar Paraguay —decían “Paraguai”—, y eso nos dio una visibilidad enorme, no solo para nuestra marca, sino también para el país.
Desde el inicio contamos con el acompañamiento de referentes de Relaciones Exteriores, entre ellos Paola Zubeldía, cuyo apoyo fue clave. Gracias a ese trabajo conjunto logramos mostrar la gastronomía y la identidad paraguaya al mundo, con presencia en medios internacionales como Vogue y MTV.

Hoy VRO tiene un centro de producción en Dubái. ¿Qué desafíos implica pasar de ser una marca familiar paraguaya a convertirse en una marca global?

Todavía no me siento como una marca global, aunque sé que podríamos serlo. Agradezco todo lo que hemos logrado y celebramos cada avance. En VRO conjugamos lo artesanal con lo industrial, pero comparándonos con otras marcas más grandes, aún operamos a pequeña escala.

Cuando demos ese salto hacia la globalización, nuestro principal desafío será mantener nuestra identidad. Ya hemos comenzado a adaptar nuestros estándares para poder producir en Dubái, lo cual nos ha ayudado muchísimo. VRO sigue diseñando en Paraguay: toda la dirección creativa y el diseño nacen aquí, mientras que la confección se realiza tanto en Dubái como en Paraguay.

Responder a la demanda global sin perder la esencia no es sencillo; la parte que más me cuesta es la escala y la logística. El resto —calidad, coherencia, estética y vínculo cultural— lo tenemos controlado. Para la logística y la expansión internacional cuento con el apoyo de mi marido, que forma parte del equipo y me ayuda en todo.

Hablás mucho de identidad como esencia de VRO. En pocas palabras, ¿Qué significa para vos “vestir la identidad de un país”?

Vestir la identidad de un país es una gran responsabilidad, porque significa traducir nuestra cultura, nuestro orgullo y nuestra creatividad de una manera que la gente pueda percibir y valorar. No se trata solo de proteger al chef, sino de que cada prenda cuente una historia, esté bien aplicada, que guste tanto al público como a las bordadoras, y que lleve un pedacito de Paraguay consigo.

Para mí, esto es dignificar la gastronomía, dignificar el trabajo y hacer visible lo que muchas veces pasa desapercibido. Ver a un cocinero que trabaja 18 horas parado y, al momento de ponerse su chaqueta VRO con un aplique elaborado por una artesana paraguaya, sentir que lleva consigo nuestra cultura y esfuerzo, eso significa muchísimo para mí.

Después de 15 años, ¿Qué te sigue sorprendiendo del impacto de La Casa VRO y hacia dónde imaginas que evolucionará esta fusión de diseño, funcionalidad y cultura?

Sí, claro que sí, sorprende muchísimo.Sorprende porque todo nació como un sueño en Paraguay, con recursos muy limitados: apenas 7 millones de guaraníes y 24 chaquetas que armamos, cometiendo errores en nuestra primera experiencia. Hoy, en cambio, hemos logrado muchísimo; la perseverancia fue nuestro primer aliado.

Hoy VRO es una marca que exporta diseño, produce en el exterior y lleva nuestra identidad cultural a otros países. Hemos evolucionado hacia un ecosistema más amplio: no solo hacemos ropa, sino que también traemos chocolate —12 toneladas—, utensilios, y nos hemos convertido en un lugar de visita incluso para personas famosas, quienes valoran nuestra propuesta y cultura.

El futuro puede ser aún más global y ambicioso, estoy segura de eso. Queremos seguir integrando tradición y modernidad, expandirnos a nuevas líneas, diversificar la oferta e involucrar a más comunidades. Queda pendiente, por ejemplo, el poncho: me encantaría seguir llevando más de Paraguay al mundo.

Instagram
@vropardo
Linklind Veronica Pardo
Www.vropardo.com

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *