La movilización tecnológica y económica en torno a la inteligencia artificial (IA) carece de precedentes, tanto en infraestructuras como en desarrollos de programas y productos asociados. Lo sabe bien uno de sus máximos responsables, el director ejecutivo de OpenAI, Sam Altman, quien ha advertido en Abilene (Texas), donde construye un megacentro de datos, que la industria atraviesa un periodo de incertidumbre y padecerá altibajos: “Entre los diez años que ya hemos estado operando y las muchas décadas que tenemos por delante, habrá auges y caídas”. Del mismo peligro ha advertido el Comité de Política Financiera del Banco de Inglaterra, que observa “un riesgo creciente de corrección repentina” del mercado.

De esta forma, el Banco de Inglaterra ve un posible pinchazo de la burbuja económica en torno a la IA por “cuellos de botella” en las cadenas de suministro de energía, datos y materias primas necesarias para satisfacer la demanda. También por una desproporcionada carrera entre el desarrollo de modelos y las capacidades para implantarlos, algo que puede afectar a las inversiones en infraestructuras.

A estos riesgos se suma una burbuja de uso, una realidad a la que pone cifras Justas Morkunas, directivo de Nexos.ai, una compañía que ofrece plataformas con soluciones empresariales integradas: mientras el pasado año solo un 33% de las empresas utilizaba IA generativa, durante este ejercicio el porcentaje ha subido al 71%. Sin embargo, 74 de cada 100 empresas admiten que no pueden o no saben crecer con esta herramienta, según un informe de McKinsey (The state of AI) en el que se apoya el directivo de Nexos.ai.

Inteligencia artificial

Las cifras para el caso español las complementa una información de Galtea, una entidad surgida del Barcelona Supercomputing Center (BSC): “La adopción de la inteligencia artificial generativa crece rápidamente en España, con un 50% de empresas que ya utiliza esta tecnología, por encima de la media europea del 42%. Sin embargo, muchos proyectos se quedan en fase piloto y no logran desplegarse con éxito”.

“La IA está ahí y hay necesidad de ella, pero muchos proyectos fracasan”, admite también Morkunas durante una presentación del complejo tecnológico de Vilna Ciber City, a la que fue invitado EL PAÍS y otros medios internacionales.

En este sentido, Jorge Palomar, director ejecutivo de Galtea, subraya que “la verdadera clave para escalar la IA generativa no es solo crear prototipos, sino demostrar que pueden comportarse de manera consistente, segura y transparente en entornos reales”. En ese proceso, en su opinión, las empresas se encuentran cuatro obstáculos relacionados con fiabilidad, seguimiento, eficiencia y cumplimiento normativo.

El directivo de Nexos.ai propone cuatro preguntas cuyas respuestas pueden definir la estrategia ante el desafío: “¿Merece la pena la IA?, ¿la desarrollamos o la compramos?, ¿cómo la hacemos segura y accesible? y ¿cómo medimos los resultados?”. Y apunta una fórmula: “Empieza con poco y aprende rápido”

Pese a la brecha entre expectativas y los frutos en la implantación de la IA y los peligros de burbuja de los que advierte el Banco de Inglaterra, Altman observa un futuro optimista: “Tenemos que planificar, confiamos en que esta tecnología impulsará una nueva ola de crecimiento económico sin precedentes”.

Coincide Gintare Verbickaite, directora de la asociación de empresarial Unicorns de Lituania, el país de donde surgieron gigantes como Vinted o Nord VPN, y quien señala entre las fórmulas de éxito la creación de una comunidad de innovación colaborativa. Según afirma, los resultados son evidentes y el sector tecnológico aporta ya algo más del 5% del PIB del país, emplea a 77.600 personas (Lituania tiene una población activa de 1.554.000 personas) y ha multiplicado por 35 el volumen de impuestos recaudados desde 2019. “Estas cifras significan que estamos haciendo algo bien”, afirma.

Uno de los beneficios de esta apuesta por la tecnología ha sido que, mientras muchos países sufren una imparable hemorragia de talento, Lituania, cuya capital ronda los 700.000 habitantes (como Sevilla), ha conseguido revertir el proceso. Experimenta una significativa repatriación de profesionales que se ha unido a técnicos especializados propios, formados en una universidad volcada en el proyecto, y llegados de Ucrania, tras la invasión rusa, Bielorrusia y otros países europeos.

También ha ayudado el incremento del salario medio en el sector tecnológico, que se ha más que duplicado en siete años y se sitúa entre los más altos del entorno. Desde el pasado ejercicio, según los datos de Unicorns, el sueldo medio de este ecosistema tecnológico ha crecido un 11%, hasta situarse en 4.200 euros, el empleo ha subido en 19.500 personas (2% más) y el volumen de recaudación fiscal ha superado los 458 millones de euros (18% más). “El Gobierno invirtió en esto alrededor de 158 millones, así que el retorno ha superado lo previsto”, destaca Verbickaite.

No obstante, una de las sombras de este ecosistema es el envejecimiento general de la población, algo que reconoce la directiva de la asociación lituana: “No nacen suficientes niños y esto es algo que también estamos tratando de trasladar al Gobierno. Debemos tener un enfoque un poco más estratégico para la atracción de talento, especialmente cuando hablamos de talento internacional”.

La pujanza del sector, que empezó por la inercia del éxito de la cercana Estonia, que junto a Lituania conforman lo que se conoce como el Silicon Valley europeo, también ha atraído inversión extranjera. Según Verbickaite, “el 50% de las startups [empresas emergentes] obtiene financiación externa en un año”.

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