Durante más de un siglo, América Latina y el Caribe mostraron un desempeño económico persistentemente insatisfactorio. El informe del Banco Mundial, “Recuperar el siglo perdido de crecimiento: Hacia economías de aprendizaje en América Latina y el Caribe” (2025), plantea que la raíz del problema no se encuentra en los modelos de política económica aplicados, sino en la incapacidad de la región para convertirse en lo que los autores denominan “economías de aprendizaje”. Este concepto se refiere a países capaces de aprender a aprender: identificar oportunidades tecnológicas, asimilarlas y utilizarlas para impulsar su productividad y diversificación productiva.

El documento destaca que el lento avance tecnológico y la baja productividad no son fenómenos recientes. América Latina quedó rezagada frente a países que partían de niveles similares de ingreso, como Corea o Finlandia y mientras esas economías aprovecharon la tecnología para desarrollar nuevas industrias, la región perdió oportunidades históricas por la falta de capital humano técnico, instituciones sólidas y una cultura empresarial que no se encuentra orientada a la innovación.

El informe subraya que el bajo nivel de inversión en innovación es una característica estructural de la región. América Latina destina una fracción mínima de su Producto Interno Bruto (PIB) a investigación y desarrollo en comparación con las economías avanzadas. Este déficit se explica tanto por la escasez de crédito, capital humano especializado y financiamiento de riesgo, como por un entorno institucional que no incentiva la adopción de nuevas tecnologías. De hecho, los rendimientos de la innovación comienzan a ser negativos en contextos donde faltan los elementos básicos para su aprovechamiento, como infraestructura tecnológica o gestión empresarial eficiente.

Otro punto central es la débil articulación entre las universidades, los institutos de investigación y el sector privado. El Banco Mundial identifica tres deficiencias principales: bajo rendimiento educativo, escasa formación en ciencias y tecnología, y limitada transferencia de conocimiento hacia el aparato productivo. Solo el 17% de los graduados universitarios en la región obtiene títulos en áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, una proporción similar a la de África Subsahariana y muy inferior a Asia Oriental. Asimismo, las universidades latinoamericanas apenas representan el 0,5% de las 1.000 mejores universidades del mundo.

Adicionalmente, el documento del Banco Mundial presenta un indicador que mide la densidad de nuevas empresas, esto es la cantidad de emprendimientos registrados por cada 1.000 personas de entre 15 y 64 años. Como se observa en el gráfico, algunos países de la región presentan cifras considerablemente mayores: Chile con 10,82 nuevas empresas, Brasil con 5,10 y Uruguay con 3,13, mientras que Paraguay solo alcanza 0,70, lo que evidencia un marcado rezago frente a sus vecinos.

Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy

Densidad de nuevas empresas en países seleccionados de la región
Densidad de nuevas empresas en países seleccionados de la región

Lo mencionado anteriormente contrasta con los ecosistemas de innovación más maduros, como el de Estados Unidos, donde la colaboración existente entre las universidades y empresas tecnológicas es crucial para sostener el crecimiento en el largo plazo.

El Banco Mundial propone un cambio de enfoque: pasar de las políticas industriales tradicionales a políticas de aprendizaje productivo, que prioricen la creación de capacidades humanas, institucionales y tecnológicas para facilitar la absorción de conocimiento. En este sentido, el desarrollo económico debe entenderse como un proceso de experimentación donde los países apuestan por identificar y adaptar tecnologías que mejoren su productividad. Esto requiere una coordinación estrecha entre el sector público, el privado y el sistema educativo, así como la eliminación de trabas burocráticas que desincentivan la inversión y la innovación.

Aunque Paraguay mantiene su estabilidad macroeconómica, su estructura productiva se concentra en bienes primarios de bajo valor agregado. Por ello, el país debe fortalecer la conexión entre las universidades y el sector privado, desarrollar programas de innovación aplicada y mejorar la calidad educativa para aprovechar el capital humano joven, que, en conjunto, con la inversión en infraestructura digital, logre reducir la brecha tecnológica.

Finalmente, el crecimiento sostenible no depende solo de acumular capital o exportar más, sino de la capacidad de aprender, adaptar e innovar continuamente, ya que, para recuperar el siglo perdido es necesario convertir el conocimiento en el principal motor de desarrollo.

Densidad de nuevas empresas en países seleccionados de la región

* Este material fue elaborado por MF Economía e Inversiones.

source

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *