Europa reclama un sitio en la mesa de negociación de la paz en Ucrania ante las noticias que llegan desde Washington que hablan de un acuerdo cocinado entre Estados Unidos y Rusia. Lo pide para Kiev y lo pide para ella misma. “Para que cualquier plan funcione necesita la participación de los ucranios y los europeos, eso está claro”, ha señalado la alta representante para la Política Exterior de la UE, Kaja Kallas, en Bruselas. La política estonia ha encabezado la reacción europea a una información —todavía no confirmada desde la Administración de Donald Trump— que amenaza con una salida de la guerra en la que Moscú logra sus reivindicaciones sin casi cesiones.
Las palabras de Kallas han llegado antes de que el Gobierno ucranio recibiera el plan. La oficina del presidente, Volodímir Zelenski, ha informado de que ha recibido el proyecto de Washington este jueves por la tarde. El propio Zelenski ha confirmado en su canal de Telegram que “los equipos de Ucrania y de EE UU trabajarán en los puntos del plan para poner fin a la guerra”. El presidente ucranio ha asegurado luego que su país está listo “para un trabajo constructivo, honesto y operativo”.
No es la primera vez que el fantasma de un final de la guerra en el este de Europa más parecido a una claudicación de Ucrania que a una “paz justa” —palabras que se emplean entre los aliados europeos de Kiev— provoca esta reacción de la UE, de la inmensa mayoría de sus Estados miembros y de otros socios como el Reino Unido. Se vio con mucha nitidez este verano, con ocasión del encuentro entre Trump y el autócrata ruso, Vladímir Putin, en Alaska este verano. Las capitales del Viejo Continente se movilizaron para evitar que Washington y Moscú zanjaran un acuerdo que supusiera en realidad una derrota de Kiev. Ahí es donde esa expresión, “paz justa”, cobra significado: un final de la guerra en la que Ucrania conserve su integridad territorial o solo pierda territorios si lo acepta, y en el que Kiev logre garantías de seguridad que eviten que Rusia vuelva a invadirla.

Por eso, este jueves, a las puertas del Consejo de Asuntos Exteriores de la UE, presidido por Kallas, casi todos los ministros del ramo de la Unión han salido en tromba ante ese escenario que emerge. “Elogiamos los esfuerzos de paz, pero es la seguridad de Europa la que está en juego. Esperamos que se nos consulte”, ha exigido el ministro polaco, Radoslaw Sikorski. Tanto él como la ex primera ministra de Estonia y ahora alta representante forman parte del frente más duro en la UE contra Rusia por su agresión a Ucrania. Sin embargo, en estas palabras no hay, esta vez, muchos matices respecto de lo que ha declarado el español José Manuel Albares: “Nada se puede hacer a espaldas de Ucrania, nada se puede hacer a espaldas de la Unión Europea”.
Y tampoco se ha despegado de estos argumentos el ministro francés, Jean-Noël Barrot, quien ha pedido “una paz justa que respete la soberanía de todos, una paz duradera con garantías necesarias para evitar una nueva agresión de la Rusia de Putin”. Y, de hecho, ha recordado que este jueves van a adoptarse “sanciones contra seis magistrados responsables de procesos políticos” y que van a estudiarse nuevos castigos contra el país agresor para ver si se elabora un nuevo paquete sancionador, que sería el vigésimo si cristaliza.
El alemán Johann Wadephul ha mostrado la misma firmeza: “Todas las negociaciones relativas a un alto el fuego y, en realidad, hacia cualquier acuerdo de paz, solo pueden discutirse y negociarse con Ucrania”. “Y Europa tiene que estar implicada”, ha zanjado. Después de decir esto, Wadephulsaid ha hablado por teléfono con Steve Witkoff, el representante de Estados Unidos para Rusia: “Las conversaciones también se centraron en ideas concretas que se están debatiendo actualmente”.
El punto discordante, una vez más, lo ha puesto Budapest. Hungría, el país más próximo a Rusia en la UE y con una explícita animadversión hacia Ucrania, ha reclamado que se detengan los flujos de ayuda a Kiev por el escándalo de corrupción que afecta al entorno del presidente ucranio, Volodímir Zelenski. Lo ha exigido su titular de Asuntos Exteriores, Péter Szijjártó, a su llegada a Bruselas. El país magiar tiene congelados miles de millones de euros de fondos europeos por la grave erosión de su Estado de derecho y su falta de compromiso en la lucha contra la corrupción.

La soledad húngara se ha vuelto a apreciar cuando al acabar el Consejo, la alta representante ha apuntado que en la reunión de este jueves los ministros han trabajado en dar una vuelta de tuerca más a las sanciones sobre la flota fantasma de la que Rusia se vale para transportar su petróleo pese a las restricciones. “Sigue siendo una prioridad, y hemos mantenido conversaciones sobre qué más podemos hacer. La UE ya ha sancionado a más de 550 buques. Estamos en contactos diplomáticos con los Estados del pabellón que registran los buques. Ahora, nuestro objetivo es alcanzar acuerdos previos al abordaje con estos Estados”, ha apuntalado la estonia. “Se trata de una forma legal para que una parte aborde y registre un buque de otro país. Ralentizar la flota fantasma supone una pérdida de ingresos para Rusia”.
Rusia se mantiene firme
El Kremlin ha mantenido distancias respecto al nuevo plan de paz estadounidense. El portavoz de Putin, Dmitri Peskov, ha declarado que Moscú se atiene a sus planes iniciales y nada ha cambiado desde el encuentro que mantuvieron en agosto los presidentes ruso y estadounidense en una base militar norteamericana en Alaska, informa Javier G. Cuesta.
“Puedo decir lo que repetimos en repetidas ocasiones. No tenemos nada nuevo que añadir a lo que se dijo en Anchorage. No tenemos novedades”, ha manifestado Peskov.
El Kremlin insiste en imponer sus intereses a Kiev y resolver lo que llama “las causas profundas del conflicto”. Los objetivos iniciales de Putin incluyen imponer un régimen títere en Ucrania, obligar a Occidente a dejar al país de lado y rechazar su entrada en la OTAN, y desarmar al ejército ucranio, quedando a merced de Rusia en el futuro.
No obstante, la invasión de Putin se encamina a superar los cuatro años que duró la Gran Guerra Patria contra la Alemania nazi, y el Kremlin aún no ha conquistado ni siquiera por completo las regiones de Donetsk y Lugansk, que controlaba parcialmente desde 2014.
Debido al estancamiento militar y el empeoramiento de la economía rusa, Putin ha decidido censurar al extremo su tradicional charla anual con periodistas y ciudadanos de final de año. “El evento se celebrará sin conexión en directo con el público. Los ciudadanos grabarán sus propios mensajes de vídeo”, ha anunciado Peskov.