Una inusual campaña de la prensa marroquí de encendida indignación, tras la publicación en el diario francés Le Monde de una serie de artículos sobre el estado de salud de Mohamed VI y la monarquía alauí, ha agitado la calma veraniega de Rabat. Tras el tradicional discurso televisado de la Fiesta del Trono en julio, el rey prosiguió su estancia estival en la costa de Tetuán, iniciada al término de la primavera. Allí presidió en público una extraña Fiesta del Cordero sin sacrificio de corderos, suspendido este año a causa de la sequía, y degolló, sentado en una banqueta, un carnero en nombre de todos los cabezas de familia masculinos.

Aunque un vídeo difundido en las redes sociales pareció mostrarle en bañador a bordo de una moto acuática en su lugar de veraneo, el monarca no ha vuelto a comparecer formalmente en público hasta la noche del jueves, cuando presidió en la histórica mezquita Hassan de Rabat la ceremonia del aniversario del natalicio del profeta Mahoma que se conmemoraba este viernes.

La Asociación Nacional de Medios y Editores ha clamado al cielo contra la publicación en Le Monde de “unos artículos al servicio de una agenda abiertamente hostil a la institución monárquica, base de la nación marroquí”. Entre otras cuestiones, el diario francés ha descrito una “atmósfera de fin de reinado”, en medio del aparente declive físico del soberano, que acaba de cumplir 62 años, y de supuestas pugnas internas dentro del aparato de poder ante un eventual proceso de sucesión.

Tras indultar a cerca de 700 condenados en la Fiesta del Profeta, y algo menos ágil que en abril, en la puesta en marcha de las obras de una nueva línea ferroviaria de alta velocidad, el rey ha reaparecido en la escena pública con aparente normalidad. Desde el coche oficial, Mohamed VI llegó por su propio pie a la ceremonia del jueves flanqueado por su hijo, el príncipe heredero Mulay Hasán, y su hermano, Mulay Rachid, segundo en la línea dinástica.

Fue saludado por decenas de dignatarios civiles, militares y religiosos en un continuo besamanos. Atendió al rezo entre salmodias islámicas, y siguió el discurso anual del ministro de Asuntos Religiosos antes de entregar los galardones del año al almuédano que mejor entona la llamada a la oración o al campeón de recitadores memorísticos del Corán. Como Comendador de los Creyentes de su pueblo, el rey de Marruecos se ve reforzado con el aura de líder religioso en el trono de una monarquía con poderes ejecutivos.

Desde los medios estatales más encuadrados por la Administración hasta las publicaciones privadas que intentan explorar mayores márgenes de independencia informativa, la narrativa del desagravio se ha expresado con una rara unanimidad en apoyo al rey. Con excepciones aisladas.

“Mientras no hayamos reconstruido una prensa digna del tal nombre, editorial y económicamente, mientras los responsables [públicos] rehúyan todo debate y se prefiera el confort del silencio a la incomodidad de la transparencia, seguiremos siendo rehenes de las miradas ajenas”, argumentaba Yasín Majdi, director del semanario Tel Quel, en su artículo editorial de este viernes.

Captura de vídeo del discurso de Mohammed VI del 29 de julio, con motivo de la Fiesta del Trono. Los príncipes Mulay Hasán (izquierda) y Mulay Rachid ayudan al rey a sentarse.

El banderazo dado por el rey a finales de abril en la estación de Agdal de Rabat para poner en marcha las obras de ampliación de alta velocidad ferroviaria marcó el retorno de Mohamed VI a la actividad de gobierno en público tras un largo periodo de ausencias de la vida oficial. La pausa de las largas vacaciones veraniegas parece haber frenado la marcha de la locomotora real en un país donde la figura del soberano es la clave que culmina la bóveda de poder.

El monarca de la dinastía alauí sufrió un accidente el pasado diciembre que le ocasionó una fractura de húmero, con inmovilización del hombro y el brazo izquierdo durante cerca de dos meses, y le mantuvo apartado de los actos con presencia multitudinaria.

A pie de escalerilla en el aeropuerto de Rabat, aunque apoyado en un bastón, había recibido en octubre con gran boato la visita de Emmanuel Macron. Al margen de al presidente francés, el año pasado solo dio audiencia a otro mandatario occidental: el español Pedro Sánchez, en febrero, tras haberle dado plantón en Rabat 12 meses antes.

El soberano se deja ver en escasas ocasiones en actos multitudinarios. En imágenes distribuidas pocos días antes de la visita de Macron, tras la toma de posesión de nuevos ministros, el rey presentaba síntomas aparentes de deterioro físico, con el cuerpo y la cabeza ladeados hacia su izquierda. Su foto junto al Gabinete en pleno representó entonces un gesto de continuidad al timón del poder ejecutivo. En los últimos dos años, Mohamed VI se ha mostrado visiblemente más delgado tras una década de perfil marcadamente obeso. En 2018 y 2020 se sometió a sendas intervenciones de cirugía cardíaca.

Amenaza de ciberseguridad

Para marcar el inicio del curso político, el soberano designó el lunes al general de división Abdelá Butrik al frente de la Dirección General de Seguridad de los Sistemas de Información. Bajo control de las Fuerzas Armadas, el nuevo jefe de la ciberseguridad marroquí tiene como misión restañar las brechas abiertas en los bancos de datos oficiales por una reciente ola de ataques masivos de piratas informáticos.

Después de airear en las redes sociales en junio miles de datos confidenciales de la Administración, un grupo de piratas informáticos denominado Jabaroot, de supuesto origen argelino, difundió el mes pasado los registros de negocios inmobiliarios del ministro de Justicia, Abdelatif Uahbi, y de la alcaldesa de Marrakech y ministra de Urbanismo, Fátima Mansuri. Ambos ha sido señalados por los hackers, que han difundido en las redes escrituras notariales de sus propiedades. La plataforma Jabaroot también ha amenazado con publicar filtraciones sobre los tentáculos de los servicios de inteligencia.

Incluso el líder islamista, el ex primer ministro Abdelilá Benkirán, ha arremetido contra Le Monde y contra los piratas digitales de Jabaroot, sumándose así a la cruzada nacional frente a la injerencia extranjera “contra una monarquía que rige Marruecos desde hace 12 siglos”. Los críticos más moderados del espectro político se limitan a cuestionar por ahora la deriva “orientalista y poscolonial” con la que algunos observadores externos analizan la compleja realidad de país magrebí.

Mohamed VI ha mantenido la tradición de dejarse ver en las grandes celebraciones islámicas en su condición de Comendador de los Creyentes, y también se muestra puntualmente en julio en la Fiesta del Trono, que ocupa desde hace 26 años; en la inauguración anual de las sesiones del Parlamento, en octubre, y en la conmemoración en noviembre de la Marcha Verde marroquí sobre el Sáhara Occidental de 1975, entonces bajo administración colonial española.

El soberano limitó por razones de salud su presencia en los numerosos actos de beneficencia, sesiones teológicas o rezos islámicos de Ramadán (en marzo pasado). Al principio, sus hijos Mulay Hasán y Lala Jadiya ocuparon su lugar para representarle en la tradicional entrega de ayuda a las familias más desfavorecidas al inicio del mes sagrado musulmán. Pero el monarca pudo retomar sus actividades posteriormente.

El debate sobre la presencia de Mohamed VI se reavivó en el país magrebí después de que pasara más de seis meses en el extranjero en 2022 (en Gabón, las islas Seychelles y Francia) y otros tres meses en los mismos países al año siguiente. En la madrugada del 8 de septiembre de 2023, el monarca disfrutaba de una estancia privada en su residencia privada de París cuando el fuerte terremoto que sacudió la región del Atlas causó cerca de 3.000 muertos y dañó más de 60.000 viviendas. Su ausencia contribuyó a generar un retraso inicial en la toma de decisiones frente a la catástrofe hasta su retorno a Rabat, ya en la tarde del día siguiente.

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