Tras asegurarse el control de la casi toda la región de Darfur con la atroz toma de la ciudad de El Fasher a finales de octubre, las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) de Sudán están dirigiendo ahora sus esfuerzos a expandir su dominio en la vasta región de Kordofán, en el centro-sur del país, donde el ejército regular intenta defender sus posiciones. La escalada de la violencia en la zona, donde se han producido nuevas atrocidades contra la población civil, tiene lugar en medio de una renovada ofensiva diplomática impulsada por Egipto y Estados Unidos para intentar alcanzar un alto el fuego humanitario.

Uno de los blancos actuales de las Fuerzas de Apoyo Rápido es la sitiada ciudad de Babanusa, el último bastión del Ejército regular en Kordofán Oeste, uno de los tres Estados que forman la región y limítrofe con Darfur. Desde la captura de El Fasher ―donde unas 2.000 personas fueron masacradas―, los paramilitares se han volcado en este frente y han sometido a los soldados atrincherados en su interior a ataques incesantes. El Ejército está reabasteciendo a sus efectivos por aire y golpeando a los rebeldes con drones, pero su situación es cada día más precaria. Activistas locales aseguran que, tras dos años de asedio, prácticamente toda la población de Babanusa, unas 177.000 personas, ha abandonado la ciudad.

Otro objetivo de las RSF es la ciudad de Dalang, la segunda más grande de Kordofán Sur. En este frente, los paramilitares actúan junto a otro grupo armado rebelde con una fuerte implantación en la zona, el Movimiento de Liberación del Pueblo de Sudán-Norte, y ambos han movilizado a combatientes que en los últimos días han avanzado hasta situarse a pocos kilómetros de la ciudad, igualmente asediada desde finales de 2023. El pasado viernes, ataques de artillería del bando rebelde alcanzaron el principal hospital de Dalang y mataron a seis personas, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El recrudecimiento de los ataques y el asedio sobre Dalang están agravando además la crisis humanitaria que sufre la ciudad, marcada por una profunda escasez de medicamentos y comida. La única otra ciudad de Kordofán Sur con la que Dalang permanece conectada es la capital del Estado, Kadugli, donde a principios de noviembre se declaró una hambruna que probablemente también se extienda a Dalang. La actual ofensiva rebelde en la ciudad, que al igual que Kadugli es étnicamente diversa pero de mayoría nuba, hace temer nuevas atrocidades por parte de grupos aliados a las Fuerzas de Apoyo Rápido contra tribus enemistadas.

En paralelo, las RSF están intentando desgastar las defensas del Ejército en El Obeid, la capital de Kordofán Norte, su principal punto de apoyo hacia el oeste del país y una importante línea defensiva de la capital nacional, Jartum. Aunque los paramilitares no se han lanzado por ahora sobre esta ciudad, en las últimas semanas han capturado algunas localidades de su alrededor y a principios de noviembre mataron al menos a 40 personas en un ataque con dron contra un funeral en sus afueras. El Ejército ha respondido a la amenaza fortificando El Obeid, enviando refuerzos militares y declarando una movilización general.

Los avances de las Fuerzas de Apoyo Rápido en Kordofán Norte han ido acompañados, como ha ocurrido sistemáticamente en sus ofensivas desde el inicio de la guerra, de masacres contra la población civil. Una de las más violentas tuvo lugar a finales de octubre en la localidad de Bara, al norte de El Obeid, donde los rebeldes mataron a decenas de personas, según el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos. Medios locales han informado asimismo de un elevado número de desaparecidos y múltiples casos de violencia sexual.

“En Bara cometieron verdaderas atrocidades, incluidas ejecuciones extrajudiciales de cientos de personas, después de tomar el control de la ciudad, y también saquearon el mercado de la [cercana] Um Haj Ahmed”, afirma, bajo condición de anonimato por motivos de seguridad, un miembro de Abogados de Emergencia, un grupo legal independiente de Sudán. “Además, el bombardeo indiscriminado de El Obeid y la brutalidad de los ataques en Bara y El Fasher causaron pánico generalizado entre la población y una nueva ola de desplazamientos”, observa.

El alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Volker Türk, también ha alertado este viernes, en una sesión del Consejo de Derechos Humanos convocada para tratar la situación en El Fasher, del riesgo de que se repitan en Kordofán las atrocidades perpetradas en Darfur. “Todas las señales están ahí: bombardeos, bloqueos, personas obligadas a abandonar sus hogares, un vil desprecio por la vida de los civiles”, advirtió el abogado austriaco, que subrayó que el derecho internacional “no debe ser pisoteado” ante los ojos del mundo.

Esfuerzos diplomáticos

Las atrocidades en El Fasher y la fractura cada vez más sólida de Sudán han impulsado una nueva ofensiva diplomática, liderada por Estados Unidos y Egipto, para tratar de alcanzar un alto el fuego temporal que allane el camino para abrir una vía política entre los paramilitares y el Ejército. Los rebeldes aseguran que aceptarían el plan, aunque en los compases iniciales de la guerra violaron todas las treguas, mientras que los militares se muestran más reacios. Por ahora, estos esfuerzos no han reducido la violencia y los dos bandos parecen decididos a expandir sus posiciones lo máximo posible antes de abordar cualquier tipo de acuerdo.

Detrás de este renovado empuje diplomático se encuentra, en el caso de Estados Unidos, el asesor para asuntos africanos del presidente Donald Trump, Massad Boulos, que el miércoles afirmó en redes sociales que se ha presentado un “texto firme para una tregua” e instó a las partes en conflicto a aceptar y aplicar “de inmediato” la propuesta humanitaria. En El Cairo, el nuevo impulso se produce después de que los últimos desarrollos bélicos hayan constatado la incapacidad del Ejército sudanés, su principal aliado, de recuperar por la fuerza el control de todo el país después de los avances logrados en el último año, incluida la toma de Jartum.

En los últimos meses, los esfuerzos diplomáticos para Sudán se habían canalizado a través del cuarteto formado por Estados Unidos, Egipto, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos. Sin embargo, el Gobierno militar sudanés rechaza categóricamente la participación de Abu Dabi, que, pese a negarlo oficialmente, es el principal aliado exterior de las Fuerzas de Apoyo Rápido y les ha suministrado un holgado apoyo militar y político. En declaraciones a la prensa el martes, el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, pidió “cortar” este suministro de armas y apoyo a los rebeldes y admitió que saben “quiénes son las partes implicadas”, pero evitó señalar públicamente a Emiratos Árabes Unidos, un estrecho aliado de Washington.

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