El Gobierno de Javier Milei estará desde este lunes en modo “recalculando”. Cualquiera que sea el resultado de las elecciones legislativas de medio término del domingo en Argentina, el presidente ultraderechista deberá tejer nuevas alianzas internas, cambiar parte de su Gabinete de ministros y retocar su modelo de ajuste económico, hoy en pie gracias a un inédito rescate financiero de Estados Unidos. Milei presentó la jornada como una pelea por la supervivencia política, una apuesta a todo o nada inusual para unas elecciones que apenas suelen marcar el termómetro de la sociedad respecto a la gestión del Gobierno. Pero este no es un ciclo habitual en Argentina: Milei llegó al poder hace dos años con apenas representación en el Congreso, sin un solo gobernador provincial propio y un equipo con poca experiencia. Esperaba, por ello, que las urnas le concediesen un poco de paz en la lucha cotidiana por la gobernabilidad.
Los deseos presidenciales no serán satisfechos. Hace solo cuatro meses, Milei vaticinaba ante quien quisiese escucharlo que su partido, La Libertad Avanza, sacaría en las elecciones legislativas entre el 40% y el 45% de los votos. “La libertad arrasa”, solía decir. Eso suponía sumar 15 puntos a los obtenidos en la primera vuelta presidencial de 2023. Según la lectura presidencial, la diferencia sería la evidencia del apoyo popular a su gestión, sobre todo económica. Como por arte de magia, gracias al poder de las urnas, los mercados volverían a confiar en Argentina, el peso ya no necesitaría ayuda externa para no morir y la oposición, al menos la dialoguista, apoyaría sin chistar las reformas estructurales que tiene en mente la ultraderecha. El peronismo, en tanto, quedaría reducido a la nada.
Pero todo esto cambió a partir de junio, cuando se sucedieron denuncias de corrupción contra su hermana, Karina Milei. El presidente tuvo que sacrificar más tarde a su principal candidato a diputado en Buenos Aires por vínculos con un empresario preso por narcotráfico. La economía empezó a tambalear al ritmo de los escándalos. Sin reservas internacionales, los inversores huyeron de los bonos argentinos y el peso se derrumbó. Sumado a la parálisis económica derivada del ajuste, el humor social cambió rápidamente. Milei se abrazó entonces al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que generosamente extendió su mano con un swap (intercambio de monedas) de 20.000 millones de dólares y un crédito por una suma similar financiado con fondos privados. En septiembre, La Libertad Avanza perdió por 14 puntos la elección por legisladores provinciales en Buenos Aires, bastión del peronismo. La suma de calamidades ya no podía ser peor. En la Casa Rosada esperaban este domingo que aquel 45% se mantuviese al menos por encima del 30%.

Si finalmente las urnas dan un tercio de los votos a Milei, el Gobierno podrá decir que sobrevivió. Si la suma de los votos de las 23 provincias más la ciudad de Buenos Aires está, en cambio, por debajo, la gestión entrará en un escenario imprevisible. Un cómodo triunfo balsámico estaba descartado. En cualquier caso, ya nada será igual.
El lunes, Milei deberá abrirse a una negociación con la oposición no peronista, acercarse a los gobernadores que al principio lo ayudaron y luego le dieron la espalda. Y, sobre todo, deberá cambiar un gabinete desgastado por las peleas internas.
Ese fue el pedido expreso del Fondo Monetario Internacional (FMI), que en abril otorgó a Argentina un crédito, otro más, de 20.000 millones de dólares. Y es también la condición que llegó desde Washington tras el rescate. En una reunión con Milei en la Casa Blanca el 14 de octubre, Trump dijo que la continuidad de la ayuda estaba condicionada a un triunfo electoral de la ultraderecha. Los mercados entendieron el mensaje y los bonos argentinos se desplomaron en cuestión de horas.
La comitiva argentina entró en pánico y solo tras arduas gestiones consiguió que el secretario del Tesoro de EE UU y artífice del rescate, Scott Bessent, dijese en redes sociales que la ayuda se mantendría cualquiera sea el resultado. Para Washington, Argentina es ahora un aliado incondicional en la región. “Prefiero extender una línea de intercambio [de divisas] que disparar a los barcos que transportan drogas, como tenemos que hacer, que salen de Venezuela”, dijo Bessent el domingo.
La gobernabilidad que pide Estados Unidos a Milei supone un acercamiento con los gobernadores, todos opositores. Son ellos los que tienen la llave de los votos en el Senado. Durante el primer año de gestión apoyaron a Milei, pero la confianza se rompió a fuerza de promesas incumplidas y la insistencia del presidente en llamarlos “degenerados fiscales”, “mandriles” y “zurdos hijos de puta”, en el mejor de los casos. Los últimos seis meses fueron un calvario legislativo para Milei, con una serie de leyes que debió vetar por considerarlas contrarias a su política de superávit fiscal.
“Si necesita algo, me llama”
Los ojos están puestos además sobre el expresidente Mauricio Macri (2015-2019), un aliado clave de la ultraderecha que tomó distancia ante destratos parecidos. Macri votó el domingo cerca del mediodía y recordó que Milei tiene su número de teléfono. “Estoy a disposición para hablar de cómo generar gobernabilidad y aportar cambio, pero no hemos hablado de ministros. Si [ Milei] necesita algo, me va a llamar”, dijo al pie de la urna.
La mención de Macri a posibles cambios de ministros no fue casual. Tres de los actuales deben dejar su cargo en diciembre porque asumirán como diputados o senadores. Milei acaba de perder además a su ministro de Exteriores, Gerardo Werthein, un poderoso empresario con vínculos en Washington que pegó el portazo en medio del cierre de la campaña, harto del fuego amigo desde la Casa Rosada. Los ataques a Werthein provinieron de las huestes digitales de la ultraderecha comandada por Santiago Caputo, un asesor sin cargo al que Milei ha entregado el control de los servicios de inteligencia y la recaudación de impuestos. La pelea entre Caputo, sobrino de Luis Caputo, el ministro de Economía, y la hermana del presidente, Karina Milei, es la otra loza que pesa sobre la gestión libertaria.
Milei ha mantenido hasta ahora bajo la alfombra la disputa entre su principal estratega y la mujer que es, además de su funcionario con más poder, su sostén emocional. Pero el lunes ya no podrá seguir pateando el problema hacia adelante. Cada uno representa grupos enfrentados dentro de la administración, que por momentos ha estado paralizada por el miedo de los ministros y secretarios a morir en la batalla. Cómo se acomodarán todas estas variables dependerá del resultado electoral. Lo único seguro es que Milei ya no será el mismo a partir de este lunes.