Las ciudades de Kupiansk y Pokrovsk son la cara y la cruz de la guerra en Ucrania, aunque forman parte de la misma moneda. En Kupiansk, en la provincia de Járkov, el ejército ucranio ha conseguido el que sería su mayor éxito desde 2022, el primer año de la invasión: hacer retroceder al invasor de la mayor parte del núcleo urbano, con una contraofensiva sorpresa. En Pokrovsk, en la provincia de Donetsk, prácticamente ningún analista o militar ucranio cree que Kiev pueda recuperarse el control: allí tiene Rusia 150.000 hombres, un tercio de sus tropas invasoras, aunque las fuerzas defensoras están resistiendo más de lo esperado, hasta la última bala.
Los oficiales ucranios entrevistados por EL PAÍS en ambos escenarios —donde ya prácticamente no quedan civiles— subrayan que el objetivo no es solo militar: se trata de conseguir una mejor posición ante las negociaciones de paz con Moscú y Washington.
Vladímir Putin, el líder ruso, y Valeri Guerásimov, jefe de sus ejércitos, anunciaron el 1 de diciembre que Kupiansk y Pokrovsk, además de otras localidades, estaban plenamente bajo su control. Pero una contraofensiva ucrania planificada desde septiembre, liderada por la Brigada Jartia, consiguió este diciembre, en cuestión de pocos días, retirar a los rusos de la mayor parte de Kupiansk. Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, se presentó por sorpresa el 12 de diciembre en la puerta de acceso al municipio y se grabó a sí mismo para demostrar al mundo que Putin había vuelto a mentir.

Zelenski quiere persuadir a su homólogo estadounidense, Donald Trump, de que Ucrania no debe ceder territorios al invasor para terminar la guerra. Trump opina que ello es inevitable porque Rusia tomará tarde o temprano el control de toda la provincia de Donetsk, empezando por Pokrovsk. El mandatario estadounidense subrayó la semana pasada que el Kremlin también había asumido sacrificios durante las negociaciones, como devolver territorios conquistados en provincias como Járkov, es decir, Kupiansk.
Kiev quiere demostrar que ni una ni otra ciudad están perdidas. La Unión Europea da apoyo en esta lucha diplomática y además le garantiza recursos para resistir en los dos próximos años, con un salvavidas financiero de 90.000 millones de euros aprobado el viernes por el Consejo Europeo.
Mijailo es uno de los ingenieros responsables de levantar los túneles de redes antidrones en Kupiansk. Como el resto de entrevistados, prefiere no dar su nombre completo. Hasta 50 kilómetros lejos de la línea cero de los combates, las carreteras están protegidas con estas redes. “La visita de Zelenski requirió de una cantidad de REB que no he visto nunca”, explica. REB son las siglas en ucranio del armamento electrónico que intercepta y bloquea la radiofrecuencia de los drones, perdiendo el piloto su control.
La carretera por la que circuló la comitiva de Zelenski estaba vacía el 17 de diciembre. Los militares la evitan si no se dan condiciones climáticas desfavorables para los drones enemigos. EL PAÍS llegó hasta Hrushivka, a 15 kilómetros de las posiciones rusas, hasta que una patrulla cobijada en una posición elevada dio el alto, advirtiendo de que habían identificado en la carretera por lo menos un dron a la espera. Ambos ejércitos aterrizan los drones bomba, que aguardan quietos hasta que aparece un vehículo. Alrededor de los soldados había multitud de vainas de cartuchos de postas. Los perdigones son el último recurso para abatir un dron.
Fuera de la llamada zona de la muerte, es decir, más allá de los 20 kilómetros saturados de drones desde la línea cero de combate, Vasil, sargento de ingenieros de la 43ª Brigada Mecanizada Ucrania, alerta de que los rusos continúan teniendo el dominio aéreo, con sus drones de monitorización y posiciones elevadas en Kupiansk que les permiten una conexión con estas aeronaves a mayor distancia. Este testimonio contradice en parte los reportes de la Brigada Jartia, que aseguran que los barrios más elevados de Kupiansk están bajo control ucranio.
“La situación es relativamente mejor, Jartia está limpiando la ciudad, pero todavía es pronto para saber si podrá ser plenamente liberada. Los rusos son superiores en todos los recursos posibles”, detalla Roman, un oficial de la 70ª Brigada de Apoyo. Sobre el anuncio de Putin de que Kupiansk es rusa, Roman afirma: “Mentir es parte de la manera de hacer política de Rusia, y la guerra en este momento tiene mucho de política”.
Olesksandr tiene 34 años y es comandante de batallón (más de 200 soldados bajo su mando) en la 144ª Brigada Mecanizada, uno de los regimientos clave en la contraofensiva en Kupiansk. Él cree que durante los meses de invierno se decidirá el futuro del municipio, sobre todo si el bando ucranio consigue mantener casi aisladas a las unidades rusas en el núcleo urbano: “En estos momentos solo reciben suministros con pequeños drones que pueden cargar menos de cinco kilos. Todo depende de si conseguimos mantenerlos a raya más allá del río Oskil”, apunta.

Las Fuerzas Armadas Ucranias han conseguido que el enemigo no estableciera puentes de paso sobre este río que rodea Kupiansk. Para ello ha sido determinante que Ucrania mantenga posiciones en el lado oriental del Oskil. Un coronel al mando de un batallón en esta zona explicó por teléfono en la primera semana de diciembre que el objetivo era continuar allí a toda costa, incluso si fueran sitiados. El riesgo de que esto suceda, según este alto rango, es muy elevado a partir de enero. En su sector, al sur de Kupiansk, es incesante el bombardeo con bombas aéreas rusas y la caza de las posiciones desde donde operan los pilotos de drones ucranios.
El éxito de lo sucedido en Kupiansk responde a dos factores, según Oleksandr: la buena planificación y coordinación de los regimientos implicados y el hecho de contar con unidades profesionales. “Nada de esto es posible con soldados que has reclutado a la fuerza y que no tienen ningún tipo de motivación”, dice. Este oficial también asegura que en las próximas semanas puede haber operaciones sorpresa en Pokrovsk para ampliar las estrechas rutas logísticas hacia la ciudad.
Pokrovsk resiste
Tanto la OTAN y países aliados de Ucrania como Estonia dieron por caída Pokrovsk este diciembre. “Yo les digo que, definitivamente, Pokrovsk no caerá este diciembre”, afirma un capitán y comandante de una compañía de asalto. Esta persona, que prefiere mantenerse en el anonimato, atendió a EL PAÍS en Petropavlivka, una de las localidades que sirven de nudo logístico para los frentes del sur de Donetsk y de Dnipropetrovsk. Sus hombres llegaron a Pokrovsk como refuerzos hace un mes. “Nuestros drones nos muestran que no hay grandes concentraciones de tropas rusas en Pokrovsk, sus asaltos dentro de la ciudad son constantes, pero en parejas de dos soldados, y así es muy lento tomar una ciudad”.
Hay opiniones menos optimistas. Tarás es un oficial responsable de la comunicación con un centenar de soldados ucranios en Mirnograd, municipio colindante con Pokrovsk. “Los rusos los han sitiado, la única manera de hacer llegar suministros es con drones terrestres”, señala este militar. “Las órdenes son que resistan, aunque creo que la retirada ya no es posible”.
Ivan, subcomandante de un batallón de la 155ª Brigada Mecanizada, explica la lógica de resistir hasta el final: “Pokrovsk es como Bajmut, que se luchó hasta el último suspiro. No es como Avdiivka, donde se ordenó la retirada. Pokrovsk es mucho más importante políticamente, por las negociaciones con rusos y americanos”. Ivan confirma que en Pokrovsk no hay una línea de frente clara: un edificio está en manos de un bando y el de al lado, del otro. No ve posible recuperar Pokrovsk, pero hay que continuar luchando, dice.
¿Hasta cuándo podrán continuar dentro de Pokrovsk los soldados ucranios? “Dependerá de las reservas de tropas que el alto mando esté preparando, también de la climatología”, valora Ivan. “Si las semanas de niebla continúan y nuestros drones están ciegos, los rusos podrán introducir más soldados y más armamento pesado”.
Gracias a la niebla pudieron ser evacuados el 18 de diciembre siete miembros de las fuerzas especiales ucranias heridos en una emboscada con drones. Fueron atendidos en un punto de estabilización médico en la retaguardia de Pokrovsk, con médicos del 1º Regimiento de Asalto. La mayoría presentaba heridas leves de metralla, tímpanos perforados y conmoción cerebral. Perdieron a un compañero. Pese a la muerte de uno de los suyos, algunos estaban eufóricos, por la adrenalina y porque aseguraban que era un milagro que continuaran con vida.
El ataque contra el edificio en el que se situaban se produjo en la madrugada del 16 de diciembre. Tan solo un día después pudieron ser evacuados, gracias a la niebla que impedía operar a los drones rusos. Las rotaciones y las evacuaciones de heridos pueden llegar a tener que esperar semanas por la imposibilidad de maniobrar bajo los drones.
Serhii tenía los dos brazos inmovilizados por las heridas, pero sonreía porque por primera vez en semanas podía comer caliente. Fue reclutado en febrero y esta es su primera baja. “Ojalá pueda recuperarme en un hospital en Poltava, donde vive mi familia”, confesó al periodista antes de que su superior le ordenara no hacer declaraciones. Su deseo era sentir por unos días el calor de los más queridos antes de regresar a la batalla más sangrienta que se libra hoy en Ucrania.
