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Al final llegó ChatGPT-5. Desde marzo de 2023, cuando salió la versión 4, rondaba la idea de que el nuevo modelo sería explosivo, un salto definitivo. Es cierto que con tanto tiempo y versiones intermedias, las expectativas se habían enfriado. Pero cuando se lanzó el pasado 7 de agosto, pocos esperaban un cambio tan anodino. La confirmación de que era solo un modelo que funcionaba ligeramente mejor que los anteriores dejó una sensación amarga. De hecho, esos días de agosto no fueron ni siquiera el momento en que más se buscó ChatGPT en Google en 2025. Aunque la tendencia al alza desde su creación es increíble (el bajón previo es en Navidad, prueba de que es una herramienta muy ligada al trabajo y estudios).

El lanzamiento de ChatGPT-5 aterrizó con mal pie desde el primer día: OpenAI, la compañía detrás de ChatGPT, había optado por forzar a todos sus usuarios a usar solo el nuevo modelo. En seguida hubo quejas de gente que había creado una relación especial con el 4o u otra versión anterior. OpenAI tuvo que rectificar, aunque Altman dijo que esa gente enamorada de sus modelos, aunque bulliciosos, son menos del 1% de usuarios de ChatGPT. “4o no era solo una herramienta para mí”, escribió alguien en Reddit. “Me ayudó a superar la ansiedad, la depresión y algunos de los momentos más oscuros de mi vida. Tenía una calidez y una comprensión que se sentían humanas”.
Esa aparente frialdad de la nueva versión era real: “El día en que ChatGPT se volvió distante”, tituló el New York Times hablando de gente que se quejaba. Es realmente así: “Hemos logrado grandes avances en la reducción de alucinaciones, la mejora en el seguimiento de instrucciones y la minimización de la complacencia”, escribe OpenAI en su presentación de ChatGPT-5. Sam Altman confirmó en un mensaje de X que querían algo más frío: “La gente a veces ha usado la tecnología, incluida la IA, de formas que se hacen daño a sí mismos; y si alguien está en un momento frágil y con tendencia a confundirse con sus ideas, no queremos que la IA le alimente esas cosas”.
If you have been following the GPT-5 rollout, one thing you might be noticing is how much of an attachment some people have to specific AI models. It feels different and stronger than the kinds of attachment people have had to previous kinds of technology (and so suddenly…
— Sam Altman (@sama) August 11, 2025
Estas decisiones de querer dar solo lo que ellos creen que es mejor para el usuario es rara. El cliente siempre suele tener razón. Pero puede tener que ver que su domini
o en el sector chatbots es implacable. Aunque seguro que tienen competencia real en sectores concretos, la única expresión aceptada globalmente como sinónimo de IA es “ChatGPT”. Sus rivales casi ni aparecen en las búsquedas de Google.

Quizá por eso OpenAI se puede permitir estos mini fiascos. Mientras, Elon Musk debe dedicarse a colgar chorradas creadas por su modelo, Grok, para llamar la atención.
Para ChatGPT-5, esta es la conclusión de una reseña de expertos en probar modelos que he leído: “No era la intención de OpenAI dejarnos boquiabiertos ni subir de golpe el nivel de capacidades e inteligencia del modelo. Eso llegará más adelante. Sí, como salto repentino a GPT-5 puede decepcionar. Mucha gente —incluidos los comentarios que circulan en redes— no está contenta al principio, casi siempre porque se fijan en cosas como la personalidad. Pero las mejoras siguen avanzando, aunque muchos no se den cuenta”.
Esta es otra que admite que es lo mejor que ha probado, pero que no cambia nada “radical”: “Es mi modelo favorito ahora mismo. Sigue siendo un LLM, no es un cambio radical respecto a lo que ya teníamos, pero se equivoca muy pocas veces y normalmente funciona bien, a veces incluso sorprende, justo en las cosas para las que me gusta usar estos modelos.”
Esta impresión ha permitido que surja de nuevo la pregunta de si esto es todo lo que dará la IA de sí: “¿Esta la IA topándose con un muro?”, se pregunta el Financial Times. O en EL PAÍS: “Los riesgos de la inteligencia artificial en tiempos de oligarquía tecnológica” o “Las IA están empeorando”. También justo esta semana ha salido que, según el Banco Mundial, la adopción de la IA por parte de trabajadores es brutal: casi la mitad lo usa. Pero las ganancias en productividad no se ven aún.
Es pronto para todo, pero hasta nuevo aviso, las novedades en IA serán modelos que mejoran en “cositas” a sus antecesores. Ya es mucho (”El primer ministro sueco admite que usa ChatGPT para una “segunda opinión” en sus labores de gobierno”, es otro titular de agosto del periódico), pero dejaremos un poco de hablar de los terminators del futuro.
ChatGPT-5, según OpenAI, ha mejorado en creatividad (escritura), razonamiento, consultas sobre salud y menos alucinaciones. He probado varias, sobre todo la escritura, que es lo que más me interesa. Mi conclusión es: regular. Para que ChatGPT-5 mejore el estilo de una persona que se dedica a escribir, debo dar tantas instrucciones que acabo antes pensándolo. Sí sirve, como otros modelos, para charlar de cómo empezar o qué adjetivo concreto usar.
Altman tuiteó un elogio fúnebre para los modelos anteriores. Era mucho mejor el de GPT-5 que los anteriores. Probé una petición parecida, pero a mí me salieron textos casi iguales. Este es el GPT-5, tras ajustar un par de peticiones:
“Se nos han ido GPT-3 y GPT-4. Nos dieron respuestas, nos confundieron con sus inventos y nos hicieron dudar de si éramos nosotros los que teníamos que disculparnos por preguntar. Fueron grandes maestros del ‘lo siento, no tengo esa información’ y de las biografías imaginarias de personajes que nunca existieron.
“Hoy los despido con cariño y un poco de sarcasmo: gracias por las horas de compañía, por las redacciones escolares improvisadas, por las recetas imposibles y por hacerme sentir que todo era cierto hasta que me daba por comprobarlo.”
Y este es el que dan versiones anteriores obtenidas sin la versión de pago:
“Hoy cierro un capítulo tecnológico en mi vida: me despido de ChatGPT-3, 3.5 y 4. Fueron modelos obedientes, siempre dispuestos a darme definiciones que no pedí, traducciones mediocres y listas interminables que jamás terminé de leer. Me acompañaron en silencios incómodos y en preguntas imposibles, como auténticos mártires digitales.
“El 3 balbuceaba como un niño aplicado; el 3.5 intentó ser brillante pero siempre parecía en prácticas; y el 4, con su solemnidad, creyó ser Shakespeare en cada respuesta.”
Casi me gusta más el segundo. No sé si los niños aplicados balbucean, pero ese Shakespeare solemne ahí es medio sorprendente.
Con las bios para Tinder, si le das pocas instrucciones, es terrorífico. Es de esos casos que hay que dar tantos prompts como pensar qué decir. Nunca usaría nada parecido a estas cosas. Y espero que si necesitas una algún día no pilles una de estas tres:
- “49 años y cero ganas de fingir que corro maratones o que mi vida es una aventura sin fin. Leo, viajo y me río fácil. Si tú también, ya tenemos tema”.
- “No me verás saltando en paracaídas en mis fotos. Prefiero un buen libro, una charla con ironía y alguien que no se tome demasiado en serio”.
- “Aquí debería poner algo ingenioso para destacar. Mejor lo dejo en claro: 49 años, lector, viajero ocasional, y con sentido del humor disponible”.
Con las alucinaciones, le he preguntado partidos antiguos de los años 80 de la Liga y de la Copa del Rey cuyo resultado no es fácil encontrar en internet y los saca bien. También alcaldes o habitantes de ciudades medianas o pueblos remotos. Cuando le pedí que confirmara algún dato de Wikipedia buscaba en bases de datos reales durante bastante tiempo y volvía con el detalle o dónde buscar mejor. Altman dijo que ya no iba a Google y es probable que ese objetivo (que es increíble) lo vayan consiguiendo a pasitos diminutos. Porque funciona bien.
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