En medio del caos belicoso que sacude el mundo, otra chispa agita uno de los puntos más volátiles del planeta. Taiwán, la isla autogobernada que China reclama como una parte inalienable de su territorio y a la que Estados Unidos apoya militarmente, ha detectado en las últimas horas la mayor incursión de aviones militares chinos de los últimos ocho meses. El Ministerio de Defensa taiwanés ha reportado a las 6.00 de este viernes (medianoche en la España peninsular) la localización de 50 aeronaves del Ejército Popular de Liberación (EPL, el Ejército chino) y seis buques de la marina china operando alrededor de Taiwán en las 24 horas previas; tres horas más tarde, ha informado de la detección de otras 24 aeronaves, incluyendo aviones de combate y de reconocimiento; 61 de ellas han cruzado la llamada zona de defensa aérea (ADIZ, por sus siglas en inglés).

Son cifras no observadas desde octubre pasado, según el recuento de la agencia Efe, y coinciden con la airada réplica de Pekín ante el paso el pasado miércoles del HMS Spey, un buque de guerra británico, por el estrecho de Taiwán. “El Comando del Teatro de Operaciones Oriental del Ejército Popular de Liberación organizó tropas para supervisar y vigilar todo el proceso», ha declarado este viernes, a través de un comunicado, el coronel Liu Runke, portavoz del citado cuerpo.

La Marina Real Británica ha afirmado que la patrulla del HMS Spey formaba parte de un despliegue planificado desde hace tiempo y se ajustaba al derecho internacional, que permite la libre navegación por el estrecho. Es la primera patrulla británica en cuatro años a través de esta candente lengua de mar, y se produce a la vez que un grupo de ataque capitaneado por un portaaviones del Reino Unido llega a la región para un despliegue que durará varios meses, informa la BBC.

Pekín, que nunca ha renunciado al uso de la fuerza para culminar una reunificación, se ha tomado como una afrenta el tránsito del buque por unas aguas que considera bajo su jurisdicción. “Sus acciones perturbaron deliberadamente la situación y socavaron la paz y la estabilidad del estrecho de Taiwán”, ha dicho el citado portavoz. “Las tropas del teatro de operaciones permanecen en alerta máxima en todo momento y responden con firmeza a todas las amenazas y provocaciones”.

En el estrecho, un lugar ya de por sí habitualmente tenso, se respira un ambiente enrarecido después de que los bombardeos cruzados entre Israel e Irán hayan añadido un nuevo conflicto al agujereado tablero geopolítico, cada vez más parecido a un queso gruyer. El jueves, el presidente taiwanés, Lai Ching-te —al que China considera un secesionista que pone “en peligro” la paz—, dio instrucciones al ejército de Taiwán para que refuerce su vigilancia ante la escalada de tensiones entre Israel e Irán.

“El conflicto en Oriente Próximo no ha disuadido a China de continuar su presión a lo largo de la Primera y Segunda Cadenas Insulares”, dijo Lai, en referencia a las islas bajo su jurisdicción, pero próximas a la China continental. Citó también la reciente actividad en aguas cercanas de los portaaviones chinos Shandong y Liaoning, y la necesidad de permanecer en contacto con los aliados de Taiwán para garantizar una respuesta rápida “en cualquier circunstancia”, recoge la agencia taiwanesa CNA.

Las incursiones de aviones no son ya nada fuera de lo común, y ese comienza a ser el problema. China las ejecuta de forma rutinaria y cada vez con mayor intensidad, según denuncia el Gobierno de Taiwán. A esto se suman los numerosos ejercicios militares que el gigante asiático ha desplegado en torno a la isla en los últimos años, simulando en varias ocasiones un bloqueo de facto, y el elevado nivel de retórica nacionalista con los que Pekín suele acompañarlos.

Mandos militares de Estados Unidos han alertado de que, dada la frecuencia y el tamaño de las ejercicios de China, se corre el riesgo de que las maniobras se vuelvan indistinguibles de una potencial invasión.

Mientras, Taiwán sigue siendo una de las incógnitas geopolíticas de la era Trump. El magnate se ha mantenido fiel a la llamada “ambigüedad estratégica” de Estados Unidos, la doctrina mediante la cual Washington nunca aclara si intervendría o no en caso de que China diera pasos para la reunificación.

El republicano no ha aportado certidumbre en el asunto. Pero muchos en Taiwán, viendo lo sucedido con Ucrania, temen que no mantenga el nivel de compromiso de anteriores presidentes. Durante su campaña electoral, Trump ya desató las alarmas al sugerir que la isla debería pagar por ser protegida, y acusarla de robar a Estados Unidos el negocio de los semiconductores. También afirmó que, con él al mando, China nunca se atrevería a provocar un conflicto.

El secretario estadounidense de Defensa, Pete Hegseth, aclaró algo las líneas de la política hacia Taiwán el pasado 31 de mayo, durante su intervención en el foro de Seguridad de Shangri-La, en Singapur: “Cualquier intento de la China comunista de conquistar Taiwán por la fuerza tendría consecuencias devastadoras para el Indo-Pacífico y el mundo. No hay razón para endulzarlo. La amenaza de China es real”, advirtió. “Y podría ser inminente”. Añadió: “Nuestro objetivo es evitar la guerra, hacer que los costes sean demasiado elevados y que la paz sea la única opción”.

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